PALABRAS DEL DR. JULIO PORTILLO CON MOTIVO DEL CUADRAGÉSIMO ANIVERSARIO DE LA ACADEMIA DE HISTORIA DEL ESTADO ZULIA, EL 20 DE OCTUBRE DEL 2016, EN EL TEATRO BARALT DE MARACAIBO



Con sobrado entusiasmo hemos preparado la conmemoración de estos cuarenta años de la Academia de Historia del Zulia. No podíamos dejar pasar este aniversario, porque esta institución, es la pionera nacional de las Academias regionales de este y otros géneros del saber. Se propusieron pasionarios de la Historia, cronistas de los terruños de este Estado, investigadores y profesionales de esta ciencia, ascender a otro estadio al antiguo Centro Histórico del Zulia y convertirlo en Academia autónoma. No podíamos seguir soportando que los sillones de la Academia Nacional estuvieran reservados solamente para los residentes en Caracas, con mengua de los historiadores de la provincia.

Bien se conoce que las Academias, limpian, y fijan y dan esplendor a los hechos históricos. Limpian las impurezas que la ignorancia de algunos y la intromisión de los gobiernos quieran darle a la cotidianidad trascendente. Sobre todo en tiempos, como el actual, en que se quiere enseñar la historia con voces interesadas en presentar la verdad como oficial, a la manera de aquella Banda de los Cuatro en China que le impuso a los artistas lo que debían pintar o componer, para terminar después arrojada del poder, porque de lo contrario quizás hasta los recuerdos no hubieran sobrevivido.

Asistimos en este histórico teatro, a una fiesta de la inteligencia, que es la única que salva y engrandece a las naciones. Debo agradecer a los Señores Académicos el honor que me han hecho al escogerme para exaltar este aniversario de nuestra institución.

Vengo a dar razón de nosotros mismos como pueblo, de lo que positiva o negativamente tuvimos en el siglo XX y en la proyección o reto que debemos asumir en este siglo XXI. Vengo con ansias de caminante a romper las compuertas y a decir lo que tenemos que decir.Vengo también a contestar el presente, con el doble carácter de jurista e historiador, pero también de político, para decir desde el Zulia, sin miedo, lo que nos duele a los zulianos la liquidación de la democracia, el empobrecimiento de la nación y el éxodo de la juventud que abatida está buscando horizontes en otras latitudes. Ya lo decía esa cumbre de la Historia de Venezuela y conterráneo nuestro Rafael María Baralt:

“El mal esencial del gobierno absoluto consiste en hacer depender el bien de la República de una sola voluntad, así es el despotismo y cuando impera, no hay vida intelectual ni moral para el pueblo, sino empobrecimiento y abandono”.

Permítanme comenzar enumerando de manera sucinta las horas amargas que tuvimos en la centuria el siglo XX, desde el bombardeo en 1902 por las potencias europeas al puerto de Maracaibo, hasta la plaga de langostas que invadió a esta ciudad en 1910 y la llamada gripe española que azotó al Zulia en 1918.

Dentro del inventario de tristezas no podemos dejar de mencionar aquel lúgubre septiembre de 1903 en que el militarismo, tan nefasto para los pueblos, en la persona de Cipriano Castro, clausuró la Universidad del Zulia, felizmente reabierta en 1946 gracias al empeño de uno de nuestros grandes el Doctor Jesús Enrique Losada, que la primera mujer Rectora de nuestra Alma Mater, la Doctora Imelda Rincón de Maldonado, desde hoy Miembro Honorario de nuestra Academia, ha sabido describir con lujo de detalles en su Historia de la Universidad del Zulia.

El naufragio de la Ana Cecilia, esa embarcación que se hundió en el Lago dejando decenas de muertos y la tragedia del Avión de Viasa en las inmediaciones de la Urbanización La Trinidad, junto a los horrendos crímenes que se han sucedido a lo largo de los años, convirtiendo a los zulianos en “hombres lobos del hombre”.

Pero sin querer convertirme en historiador del desastre, no puedo dejar de señalar que yo no sé si situar como positiva o negativa la aparición del petróleo para nuestra región. Porque se conoce la vida de espontaneo progreso que tenía esta región antes de la llegada de los hidrocarburos. Uno de nuestros grandes prelados e historiador, Monseñor Mariano Parra León, en célebre discurso pronunciado en la Plaza Bolívar con motivo de los Cuatrocientos Años de la fundación de Maracaibo llegó a decir: “Ese Maracaibo, bucólico quizás, pero noble, grande, esforzado, emprendedor, que no se humillaba jamás a pedir un céntimo al Gobierno Nacional, porque conocía el resultado bastardo de inicua ojeriza y desdén primitivo e insensato que se alimentó desde Caracas contra el Zulia, se perdió ennegrecido por el oro negro al interrumpir su vida de progreso firme y sereno de que venía gozando, por el lógico aumento que se produce alrededor de una explotación de minas”.

En esta breve relación de nuestras penurias, no puedo dejar de incluir en esta lista de ácidos momentos la desinversión petrolera de la costa oriental del lago, los despojos del chavismo a los hacendados del sur del lago de Maracaibo, la penetración guerrillera colombiana que sufre hoy Perijá, la Guajira y la dolorosa inseguridad que sufre una de las costas más hermosas de nuestro Lago, los Puertos de Altagracia, la clausura de nuestros entidades financieras nativas como el Banco de Maracaibo, el Banco Hipotecario del Zulia, el Banco de Fomento Regional Zulia, el Banco Popular, el Banco Comercial de Maracaibo y el Banco Zulia.

Pero a mi juicio la mayor de nuestras desgracias, debo proclamarla en voz alta, lo peor que nos ha ocurrido es haber dejado en contaminación perenne el Lago de Maracaibo, el mayor reservorio de agua dulce de la América del Sur, la más poderosa fuente de recursos de todo género con que ha contado la economía de la nación. “El Lago de Maracaibo, ungido de relámpagos, sonoro de centellas, con líneas de guitarra y ecos de caracol, donde nació la patria venezolana” se está muriendo. Ese estuario de agua dulce donde vierten sus aguas 135 ríos, es un estanque de aguas en descomposición. Si Venezuela está en deuda con el Zulia, la mayor de ellas es no haber destinado en centuria y media de años ni un céntimo en la recuperación de este recurso natural. En un territorio con 63.100 Km2 que es el Zulia, tenemos un espejo de agua de 12.400 Km2, con 1253 Km de costas marítimas, lacustres y fluviales. Cómo duele saber, que mientras la dictadura que nos gobierna acaba de destinar recursos para plantas potalizadoras y desalinizadoras para La Guaira, la Isla de Margarita y Puerto La Cruz, se haya ignorado al Lago de Maracaibo.

Pero dejemos que esos parches duerman en las páginas amarillentas de la historia y celebremos no obstante lo que de bueno le ocurrió al Zulia en el siglo pasado. Éramos el obligado puerto de importación y exportación de la región andina y del Departamento Santander de Colombia. De Maracaibo se enviaban para el resto de la República y al exterior, madera, pieles, buches de pescado, cigarrillos, fósforos, sobreros, artículos farmacéuticos, cerveza, frutos y comestibles.

Los hacendados y ganaderos llegaron a producir el 80% de los productos lácteos que consume el país y el 75% de la carne. Era que el Zulia tenía más de 30.130 fundos agropecuarios, 3 millones de cabezas de ganado, éramos los mayores productores de uvas de mesa, plátanos, zapotes, guayabas, nísperos, cocos y tomates, tabaco, leña, copaiba, cabima, almidón, palo de mora, quina, dividivi y caco porcelana. Aquí se llegó a producir, escúchese bien, un arroz que aunque sin brillo, era mejor que el arroz italiano y japonés. Era una región que producía 612 cigarrillos por minuto y 40 docenas de sombreros en diez horas. A la región llegaban directamente por el puerto y aeropuerto naves de los Estados Unidos y Europa.

Del vientre de esta tierra nacieron poetas, músicos, eminentes médicos y juristas, virtuosos sacerdotes, valiosos pintores y peloteros, ingeniosos ingenieros. Como me gustaría pronunciar aquí los nombres de todos y cada uno de esos hombres y mujeres, que le dieron nombre y lustre a esta región, pero se haría esta oración de orden interminable. Menos mal que en esos volúmenes que se llaman Diccionario General del Zulia, de nuestros historiadores Luis Guillermo Hernández y Jesús Ángel Semprúm Parra, están registrados para la posteridad.

Ese fue un tiempo que el dicho popular en estos días sintetiza al repetir “cuando éramos felices y no lo sabíamos”. Y es que como dice ese pensador mexicano Amado Nervo “la felicidad es como las neblinas ligeras: cuando estamos dentro de ellas, no las vemos”.

Hoy podemos decir que el Zulia ha sido un pueblo aquilatado a fuerza de las negaciones que el poder central siempre le dispensó. Sólo cuando se piensa lo que esta región le aporta al erario nacional por concepto de impuestos de todo tipo, es cuando puede medirse el tamaño de la injusticia hecha a nuestro pueblo. Yo no lo diría mejor, si tratara de elaborarlo a como lo escribe Jesús Enrique Lossada: “Yo no censuro, sino que aplaudo, que se emplee el dinero de la nación en el fomento de sus pueblos sin distinción; lo que censuro es la falta de justicia distributiva para con el Zulia. Es tradicional, el olvido, el desdén y hasta la ojeriza, con que casi todos los gobiernos han malogrado sus aspiraciones de mejoramiento. Falta mucho para que sean satisfechos los justos reclamos del pueblo zuliano”.

En el siglo XX hubo obras importantes como el Puente sobre el Lago, el Hospital Universitario, el Aeropuerto de La Chinita, el Hotel del Lago, la plazoleta de la Basílica, el Metro, la remodelación del Teatro Baralt, la Petroquímica del Tablazo, Corpozulia, la sede del Banco Central de Venezuela, el Centro de Arte Lía Bermúdez, las Universidades Rafael María Baralt y Jesús Semprúm, los tramos de la carretera Lara-Zulia y pare Usted de contar. Los antiguos distritos, hoy municipios han languidecido, sino que lo diga Cabimas, la cenicienta de Venezuela. Perijá con la misma carretera de 1929, el sur del Lago, Santa Bárbara y San Carlos con las mismas calles. Los acueductos de nuestros pueblos son los mismos sin repotenciarse y la desinversión petrolera le apagó la luz del progreso a nuestras ciudades y caseríos.

Porque los Templos, las Escuelas de Fé y Alegría, los Colegios Católicos la Universidad Cecilio Acosta, el Complejo Niños Cantores del Zulia, el Hogar Clínica San Rafael, el Asilo San José de la Montaña, el Seminario y la asistencia que tuvieron el antiguo Leprocomio, los Hospitales Chiquinquirá y Coromoto, la labor Misionera de los Franciscanos con los indígenas en Machiques y el Tocuco, se lo debemos a la Iglesia Católica y al hacer hoy Miembro Honorario, a Monseñor Ubaldo Santana, la Academia de la Historia del Zulia, agradecida, le hace un reconocimiento a la Iglesia Católica.

La Cámara de Comercio, el Hotel Kristoff, los Laboratorios Belloso, las empresas de alimentos como la procesadora de sal Indusalca, los Centros Comerciales, las farmacias, las múltiples casas comerciales de todo género, los pocos servicios públicos eficientes, las televisoras, los periódicos, las emisoras de radio, eso se lo debemos a la empresa privada, al tesón de los zulianos. Menos mal que por propia iniciativa se fundaron el Colegio Fátima, el Colegio María Goretti, el Liceo Domingo Sarmiento, el Liceo Los Robles, para solo mencionar algunos, las Universidades Rafael Urdaneta, Rafael Belloso Chacín, Universidad Alonso de Ojeda y José Gregorio Hernández, porque la muy ilustre Universidad del Zulia reconocida con el premio de historia “Juan Besson” no hubiera podido albergar el crecimiento y la demanda educativa de las nuevas generaciones.

Pero permítanme Ustedes, atreverme a decir algunas cosas puntuales, que ojalá no se interpreten como exaltación de separatismo de la gran patria Venezuela, sino como el derecho que tenemos por ser el país un estado federal a reclamar nuestra autonomía y la férrea voluntad de decidir nuestras propias cosas.

El Zulia, no puede seguir como un mendigo, sentado en un cofre lleno de oro, pero que la llave del mismo está en Caracas. Los dirigentes de los partidos políticos tienen que llegar al convencimiento que primero se deben a la región que a la disciplina y ordenes que les dictan los jefes nacionales. Por eso yo escribí un libro que llame ZULIA: la primera patria. No queremos reproducir en el Zulia, el caudillismo que arruinó a Venezuela.

Esta región tiene recuperar con una gran labor de reingeniería de su condición caribeña, nuestras Alcaldías tienen que iniciar contactos con el caribe insular y continental para compartir su éxito en materia de turismo, tenemos que atraer para la región inversión extrajera con garantías para el procesamiento de nuestras frutas, nuestros extraordinarios dulces tiene que ser puestos en los anaqueles de los supermercados del país.

El Zulia tiene que implantar un régimen de control de calidad, para que podamos decirle a Venezuela que cuando está consuma leche o mantequilla está realmente consumiendo un producto óptimo. La artesanía guajira tiene que volver a ser relanzada en materia hamacas, tapices, vestidos, chinelas y joyas wuayú. Necesitamos enviar al exterior jóvenes becados para asegurarle a este Estado expertos en seguridad, epidemias, tragedias, imponderables de todo tipo. Tenemos que mejorar la educación y hay que obligar a los maestros a realizar cursos de perfeccionamiento, asegurándoles que ellos y la policía, serán los empleos mejor pagados.

Es prioritaria la recuperación del Lago de Maracaibo, la defensa de la Sierra de Perijá, el nuevo proyecto del Puerto de Maracaibo, la construcción de una vía férrea para todo el Estado que bien pudiéramos encargarla a los japoneses, el ordenamiento del tránsito en nuestras ciudades, la rearbolización de Maracaibo, talada inmisericordemente por vecinos ignorantes de que el clima baja con la siembra de árboles, basta de ser destructores de nuestra propio habitad.

Un instituto de educación secundaria, para los estudiantes de primaria sobresalientes a fin de preparar a los futuros gobernantes para que no nos suceda lo que le está ocurriendo a Venezuela que comenzó el siglo XX con un Presidente que no sabía leer ni escribir y estamos mandados por un dictador que en la era atómica de este siglo XXI no ha pasado por las aulas universitarias, que como dice Mario Vargas Llosa “Da tristeza un gobierno cuyo Jefe de Estado, silva, ruge, insulta, porque no sabe hablar”.

Imposible concluir esta oración de orden sin pedir un aplauso para todos aquellos que desde los confines de la lejanía, quisieron venir a unir a nuestro progreso, italianos, libaneses, españoles, franceses, chilenos, colombianos, sirios, portugueses, panameños, alemanes, norteamericanos, por sus aportes a la civilización y porque se hicieron con cariño árboles de este bosque que se llama Venezuela.

Señores, qué grato me sería seguir inventariando lo que el Zulia requiere para ponerse a tono con el tiempo, pero para los efectos de este acto nos hemos limitado. Recursos para lo que inventemos los hay, entre ellos he venido proponiendo que se dote al Zulia de un impuesto a los barcos que entran en el Lago de Maracaibo y que ese producto sea repartido entre las Alcaldías de nuestros municipios.

Yo sé que no he venido con voz de seda a apaciguar los espíritus. No quería hacer este análisis con la frialdad de un científico. Cometería un pecado de lesa venezolanidad sino llamara las cosas por su nombre. En un momento en que la patria vive azorada, transida de inquietudes y desasosiegos; en que por fin comienzan los colegios profesionales a pronunciarse, enmudecidos hasta ahora por el ímpetu salvaje de la fuerza, esta tribuna de la Academia de Historia del Zulia tenía que dejar escuchar en estos días ásperos, su posición digna, la realidad del alma contemporánea y colectiva del pueblo zuliano.

No rayemos en la desesperación que no hay mal que dure cien años. Pidámosle a nuestra patrona la Virgen de Chiquinquirá, que este suelo ricamente fértil, vuelva escuchar como dice nuestro himno rumores de talleres y no el parche militar.

Finalizó sabiendo que el concierto que nos ofrecerá ese gran pianista venezolano que es Leopoldo Betancourt servirá de bálsamo a nuestras vidas en la situación actual. Y yo, por mi parte con motivo de los cincuenta años que estoy cumpliendo como profesor universitario, puedo decirles que toda mi vida se la he dedicado al Zulia y así seguirá siendo.