DISCURSO PRONUNCIADO POR EL SEÑOR ALONSO ROMERO MARTÍNEZ EN EL HOMENAJE A SU PADRE, DON ADOLFO ROMERO LUENGO, CON MOTIVO DE LOS 100 AÑOS DE SU NACIMIENTO.

Porque no es posible apartarse de la tradición, del valor histórico de lo que en el pasado fue base de una cultura y de un saber para el presente.


Caracas, 9 de abril de 2016.


Palabras de mi padre en 1952 en un discurso con motivo de la clausura del año escolar en Maracaibo.

Ciertamente es la tradición la que nos enmarca en las costumbres de un pueblo. Es el ancla que no nos deja alejar del terruño que nos vio nacer; y que trae a la mente las imágenes de nuestras correrías por la arena de la playa. Es la reminiscencia de un pintoresco pueblo bañado por las verdosas aguas del lago y orlado por una fila de palmeras que fungen de custodios en las noches de luna. De aquí la vuelta de tanto “puertero”, esparcido por el territorio nacional en fértil diáspora, para recomponer el pueblo en las fiestas decembrinas. No por otra razón la casa donde residieron mis padres, y aún vive la familia en Caracas, se llama Villa de Altagracia. No nos sorprende entonces que sea esta tierra de gracia el lugar escogido para conmemorar el natalicio de Adolfo Romero Luengo; como tampoco nos resultó ajeno el que nos trasladáramos todos para acá en el año 1987 para celebrar sus bodas de oro y revivir aquel acto realizado en esta misma iglesia en 1937, bendecido por el mismo sacerdote, en aquel momento Presbítero Mariano Parra León, en esta oportunidad Obispo. Fue muy emotivo el paseo que les dieron al salir de la iglesia, cual novios primigenios, en el primer carro que llegó a los puertos y que tienen aquí muy bien conservado.

Mi padre no sólo fue un fervoroso asiduo a estos reencuentros, sino que nos inculcó a todos nosotros en la familia esta tradición. En carta dirigida al Dr. Guido Puche Nava en enero de 1964 en la ocasión de haberse celebrado con gran éxito y lucidez la vuelta al terruño en diciembre de 1963, mi padre expresa: (cito)

…no puedo dejar de mencionar dos grandes satisfacciones que tuve en los días de mi estada en la amada Villa. La primera emoción, la más grata, la superior, la recibí cuando desde el vaporcito contemplé en el horizonte, como entre el paisaje hermoso las viejas torres de la iglesia parroquial…La otra satisfacción me la proporcionó la visita que hice, acompañado de mi esposa y de once de mis hijos, amén de otros familiares, a la viejecita que me enseñó a conocer las primeras letras, la centenaria y noble Celia Olivares. Fue un abrazo verdaderamente emocional, de íntimo orgullo. (fin de la cita)

Se trata del encuentro con la historia, con el pasado evocador, con la infancia feliz.

Necesariamente la tradición nos conecta con la historia cuando se vinculan las costumbres populares con los hechos auténticos. Esto fue también una pasión para nuestro padre al dedicar gran parte de su vida a la investigación de gestas, de biografías o de efemérides; cuyo producto está contenido en 43 libros, 16 revistas, 16 prólogos y artículos en libros, numerosos discursos y artículos de prensa.

A lo largo de su vida realizó diversas labores. En negocios propios, empleos en el comercio, en el periodismo y en la administración pública. En su formación periodística tuvo gran influencia Monseñor Mariano Parra León, ya que su comienzo en esta disciplina fue en el Diario Católico La Columna, del cual Monseñor era su director. Todos sus conocimientos fueron el resultado del esfuerzo propio del autodidacta. Su afición a la lectura, a la participación en tertulias y a las actividades culturales fueron esenciales en su educación.

La comunicación social fue uno de los centros de interés para él. En el año 1952 promueve, realiza y dirige la primera gran mesa redonda que se registra en el Zulia y quizás en el país. Se desarrolló el tema “La producción nacional y el consumo” con la participación de todos los sectores de la vida regional. Se efectuó en la emisora Ecos del Zulia y fue radiodifundida en cadena por todas las emisoras de Maracaibo.

Le tocó vivir su adolescencia bajo el régimen dictatorial de Juan Vicente Gómez, trabajando desde los nueve años para coadyuvar en el mantenimiento de la familia puesto que a esta edad ya era huérfano; había perdido a su madre a los dos años; y a su padre a los siete. Fue acogido en el hogar de su abuelo Adolfo Enrique Luengo Luengo, quien murió apenas dos años después, quedando al cuidado de su abuela y sus tías desde los nueve años. No tuvo tiempo para seguir asistiendo a la escuela, sólo alcanzó el cuarto grado de primera instrucción. Ortega y Gasset acuñó la frase “yo soy yo y mi circunstancia”; creo que en mi padre hubo un componente mayor del “yo” que de la “circunstancia” ya que la influencia de esta última en la formación de su personalidad tuvo distintos signos; las corrientes de pensamiento que se propagaban en su entorno eran diferentes. Unos inclinados a la concepción del hombre como un ser social conforme a los postulados de la encíclica Rerum Novarum promulgada por el Papa León XIII; otros sustentados en la doctrina Marxista. Le tocó a nuestro padre a tan corta edad escoger un camino para enrumbar su vida.

Se inclinó por la doctrina cristiana seguramente influenciado por sus abuelos, tanto maternos como paternos, que eran católicos practicantes; y así adoptó sus normas de conducta dándole a la religiosidad un sentido práctico. Albert Einsten, en un artículo que escribió bajo el título ¿La religión y la ciencia son irreconciliables? decía lo siguiente: (cito)

Las actitudes morales de un pueblo que se apoya en la religión han de estar siempre encaminadas al objetivo de mantener y preservar la salud y la vitalidad comunitarias y las de los miembros de la comunidad, ya que de lo contrario la comunidad perecería. Un pueblo que honrase la falsedad, la difamación, el fraude y el asesinato no podría subsistir durante mucho tiempo. (fin de la cita)

El hecho de que mi padre escogiera como conducta de vida los principios cristianos, no le impidió mantener a lo largo de toda su vida una profunda amistad con las personas que profesaban otras confesiones, o, simplemente, no comulgaban con ninguna. Así lo vimos compartir con todos los conterráneos sin distingo de credos ni de partidos, lo cual fue retribuido por los que le conocieron brindándole una profunda amistad. Todavía está fresca en mi memoria una visita que hicimos a Gabriel Bracho en su casa, hoy convertida en museo, donde disfrutamos, mi esposa y yo de una sabrosa conversación entre los dos viejos que se recordaban mutuamente pasajes de sus vidas salpicadas por sus profundas diferencias ideológicas.

Por encima de todo, su conducta se ajustó a principios éticos, los cuales defendió calurosamente. En él estaban firmemente enraizadas “convicciones” las cuales defendía vehementemente, mas no “intolerancias”, ya que no albergaba odios ni rencores; y respetaba las ideas de los demás.

En lo que se refiere a la vida familiar, su actuación fue un himno al amor. Cuando aún no se celebraba, ni siquiera se mencionaba, el día de los enamorados, el 14 de febrero de 1936, mi padre, con apenas 19 años, frente a un sexagenario de 65, se atrevió a pedir la mano de la que sería mi madre. Esta coincidencia de fechas lo llevó a decir años después “fuimos adelantados en tal celebración el 14 de febrero”.

Destellaban en esta fecha los albores del gobierno del General Eleazar López Contreras, trayendo signos de esperanza para la democracia, aún cuando el ambiente estaba convulsionado.

Desde ese momento comenzó a perfilarse en aquella pareja, lo que sería una unión de 60 años que sólo fue interrumpida por su fallecimiento en 1996. Lo describo con sus propias palabras, tomadas de un trabajo inédito titulado “Recuerdo imperecedero” fechado el 14 de febrero de 1994, cuando ya sí se había establecido el día de los enamorados. (Cito)

Hoy, a 58 años luz, Alicia y yo, juntos en el jardín de nuestra casa, bañados por el sol y acariciados por el aire fresco y frío de las primeras horas de esta mañana, hemos recordado con la emoción de aquella fecha, acumulada en el tiempo y en el espacio, el feliz encuentro de nuestros sentimientos convertidos en amor que, por la Bendición de Dios, está fresco en nuestros corazones con la misma emoción del primer beso e impregnado con la esencia de la primera rosa que floreció en el jardín de nuestras almas unidas ya para siempre. (fin de la cita)

Evidentemente, nuestra madre fue un puntal firme y eficaz en la vida de mi padre.

Así fue también la relación con nosotros sus 15 hijos, de los cuales hoy vivimos 13. Él reportaba 17 porque incluía dos pérdidas que se produjeron al final del embarazo. Debo recordar aquí a mi hermano Vinicio, recientemente fallecido, también nativo de este pueblo, y que seguramente nos acompaña en esta celebración. En cada acontecimiento nosotros notábamos la presencia de nuestro padre, y su interés por compartir con nosotros sus experiencias. Sin importar el número, siempre se preocupó por nuestro bienestar y formación para el futuro. Sin embargo, pese a la firmeza de su carácter, y al control que tenía en la vida familiar, nunca trató de interferir en la vocación de cada uno de nosotros. Permitió que cada uno escogiera su destino conforme a su libre elección. Fue signo y símbolo de la unidad familiar, lo que ha perdurado en el tiempo, y aunque ya ellos no están, las reuniones periódicas de todos nosotros se siguen realizando con el mismo calor, así como también nos quedó el legado de compartir todos los éxitos y los fracasos, en la salud y en la enfermedad. Sello indeleble que nos caracteriza.

En conclusión, su vida y su obra fue el ejercicio de una moral y una ética en todos los órdenes. Todo lo resumió en el amor, haciendo suyo el pensamiento de Pablo de Tarso, cuando dice el amor es humildad, es comprensión, es tolerancia. Puede decirse que fue auténtico al hacer corresponder su actuación con sus principios fundamentales.

Quiero pues agradecer en nombre de la familia, a esta ilustre Academia de Historia del Estado Zulia, en la persona de su Presidente Dr. Jorge Sánchez Meleán, al orador de orden, Académico Julio Franco Olivares, por sus bondadosas palabras, y a todos los miembros de la Academia. Aprovecho también de agradecer a la Alcaldía y al Concejo Municipal Bolivariano de Miranda, a la Institución Mirandina, al Instituto Municipal para la Conservación y Protección del Patrimonio Histórico y Cultural, y a todos los que han hecho posible la realización de estos actos.

Muchas Gracias.