Dr. Salvatore Tarantino-Curseri
San Antonio de los Altos, Edo. Miranda, Venezuela
sig.staran@yahoo.com
¿Es la emoción una pieza clave e inmanente en el proceso de toma de decisión?, esta es la pregunta de investigación y génesis de este pequeño y sucinto ensayo diacrónico de la teoría de la emoción. Se consideró necesario trazar una pequeña pincelada del recorrido histórico de la teoría de la emoción a fin de conocer los puntos de vista de los autores más reconocidos en torno al tema. Y así encontramos a Platón, Aristóteles y Descartes desde la filosofía, Darwin desde la biología, James desde la psicología, Watson y su postura conductista, Cannon desde la fisiología, Papez, Jakob, MacLean y Damásio desde la neurociencia (neurofisiología, neuropsicología, etc.). Cada autor que trataremos, dispone de una amplia y extensa literatura, por ende, solo haremos un toque tangencial a cada uno de ellos con el objeto de edificar el andamio para la necesaria hermenéutica en torno a la participación de la emoción en la toma de decisiones a nivel personal y profesional. Solo en la medida que estudiemos con esmero académico, solo tomando conciencia de su importancia, solo con su investigación interdisciplinar, es que entenderemos el carácter «transversal» que tiene la emoción en nuestra vida, con especial énfasis en la toma de decisión, de hecho, actúa como el timonel en nuestro quehacer diario.
Palabras clave: Emoción, Toma de Decisión, Marcador Somático, Cerebro Límbico, Damásio
Is emotion a key and immanent part of the decision making process?, this is the research question and genesis of this small and succinct diachronic essay on the theory of emotion. It was considered necessary to trace a small brushstroke of the historical journey of the theory of emotion in order to know the points of view of the most recognized authors around the theme. And so we find Plato, Aristotle and Descartes from philosophy, Darwin from biology, James from psychology, Watson and his behaviorist posture, Cannon from the physiology, Papez, Jakob, MacLean and Damasio from neuroscience (neurophysiology, neuropsychology, etc.). Each author we will deal with, has a wide and extensive literature, therefore, we will only make a tangential touch to each of them in order to build the scaffold for the necessary hermeneutics around the participation of emotion in decision making on a personal and professional level. Only insofar as we study academically, only by becoming aware of its importance, only with its interdisciplinary research, will we understand the "transversal" character of the emotion in our life, with special emphasis on decision making, in fact, acts as the helmsman in our daily chore.
Key words: Emotion, Decision Making, Somatic Marker, Limbic Brain, Damasio
“Los sentimientos desempeñan un papel fundamental para navegar a través de la incesante corriente de las decisiones personales que la vida nos obliga a tomar. Es cierto que los sentimientos muy intensos pueden crear estragos en el razonamiento, pero también lo es que la falta de conciencia de los sentimientos puede ser absolutamente desastrosa, especialmente en aquellos casos en los que tenemos que sopesar cuidadosamente decisiones de las que, en gran medida, depende nuestro futuro (como la carrera que estudiaremos, la necesidad de mantener un trabajo estable o de arriesgarnos a cambiarlo por otro más interesante, con quién casamos, dónde vivir, qué apartamento alquilar, qué casa comprar, etcétera). Estas son decisiones que no pueden tomarse exclusivamente con la razón sino que también requieren del concurso de las sensaciones viscerales y de la sabiduría emocional acumulada por la experiencia pasada. La lógica formal por sí sola no sirve para decidir con quién casamos, en quien confiar o qué trabajo desempeñar porque, en esos dominios, la razón carente de sentimientos es ciega” Daniel Goleman
Indiscutiblemente toda gestión personal y, sobre todo, empresarial, orbita alrededor de la toma de decisión, ésta hasta hace
muy poco, ha sido inspirada y dirigida por posturas epistemológicas (lógico-matemática) y axiológicas de
corte racional, buscando la maximización de las utilidades y poniendo de lado, el aspecto emocional, cual
típico planteamiento del homo economicus, defendiendo la longeva tesis del dualismo cartesiano con su influencia
platonista (cuerpo - mente).
Hoy gracias a la neurociencia sabemos que dicha dualidad no existe, cuerpo y mente forman un todo a lo que
llamamos homo sapiens, hoy gracias a la tecnología de Neuroimagen (PET, MEG, and fMRI) sabemos que hay una
relación entre la toma de decisión y la activación neurológica de una parte del cerebro, hoy sabemos que
gran parte del proceso emocional se da en forma inconsciente, de hecho, tal como se evidencia en los resultados
obtenidos por John-Dylan Haynes (citado en Tarantino-Curseri, 2015), la decisión está precedida por señales
concretas de actividad cerebral (10 segundos antes) previas a la toma de conciencia de la decisión. Por otro
lado, recientes investigaciones en neurociencia, nos señalan que nuestros sentidos (tacto, vista, oído, olfato,
gusto) pueden manejar cerca de 11 millones de bits de información por segundo, sin embargo, nuestra capacidad
consciente de procesar información es alrededor de 200.000 veces menor (Dijksterhuis, Aarts, & Smith, 2005;
Stanton, Day, & Welpe, 2010).
Ante esta neurológica realidad, es menester o mejor aún, es fundamental conocer, lo mejor posible, todo
lo relacionado con la emoción ya que gracias a la plasticidad cerebral (Pascual-Castroviejo, 1996; Redolar
Ripoll, 2008; Kolb & Whishaw, 2008) y a través del estudio, experiencias, hábitos, costumbres, valores éticos,
niveles empáticos y prácticas culturales, cada uno de nosotros esculpimos y le damos forma a nuestro cerebro
y por ende, educamos nuestro inconsciente cognitivo (el que no sabe que sabe) (Tarantino-Curseri, 2015) y
así, solo conociendo y comprendiendo los fundamentos teóricos en torno a la emoción es que podremos corregir,
mejorar y optimizar nuestra toma de decisiones.
A través de este ensayo, conoceremos en forma sucinta, la evolución de la teoría de la emoción vista de
diferentes ángulos, para ello nos apoyaremos en Platón, Aristóteles y Descartes desde la filosofía, Darwin
desde la biología, James desde la psicología, Watson y su postura conductista, Cannon desde la fisiología,
Papez, Jakob, MacLean y Damásio desde la neurociencia (neurofisiología, neuropsicología, etc.). Estos autores
han contribuido a darle forma, color y textura al cuerpo de conocimiento de la emoción.
Se espera que las líneas que encontrará a continuación, logren incentivar la necesaria hermenéutica en torno
a la importancia de la emoción en nuestra vida y reconocerla como eje articulador, como hilo conductor y
timonel de nuestro quehacer diario.
El interés del hombre por la decodificación y comprensión de las emociones
1
se remonta a la Grecia antigua iniciando con Platón: alma (psykhé), razón (tò lógon ékhon), apetito (que empuja hacia los
malos goces de los malos placeres) y espíritu, actualmente concebida como «cognición, motivación y emoción».
Platón, insigne intelectual, nos habla del miedo, dolor y placer en su República (1988) y despliega su concepción
de la emoción en Filebo (1992), resaltando la relación placer-dolor, en el diálogo entre Sócrates y Protarco,
por otro lado, su discípulo Aristóteles
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, quien a nuestro juicio, en contradicción con muchos autores, no desarrolla una teoría de la emoción, pero
sí esgrime su nivel cognitivo sobre ella, relacionándola con tópicos filosóficos puntuales, tal es el caso
De Anima (1907; 1978; 2002).
Siguiendo los consejos de su maestro esgrimidos en Fedro (1988):
“[…] la retórica sería un arte de conducir las almas por medio de palabras, no sólo en los tribunales y
en otras reuniones públicas, sino también en las privadas, igual se trate de asuntos grandes como pequeños”
261a-b (pág. 376)
“Es claro, pues, que Trasímaco y cualquier otro que enseñe con seriedad el arte retórico, describirá en
primer lugar y con toda exactitud el alma” 271a (pág. 395)
“Puesto que el poder de las palabras se encuentra en que son capaces de guiar las almas, el que pretenda
ser retórico es necesario que sepa, del alma, las formas que tiene, pues tantas y tantas hay, y de tales
especies, que de ahí viene el que unos sean de una manera y otros de otra” 271c-d (pág. 396)
Aristóteles, en el libro primero, en De Anima, realiza una recopilación de las diferentes definiciones del
Alma de la época, y en busca de las afecciones (emociones) de ésta, le dedica el libro segundo a las sensaciones
(los cinco sentidos) y en el tercero a la imaginación, el intelecto y las actividades cognoscitivas. En esta
célebre obra, el estagirita realiza una descripción biológica del comportamiento humano, dándonos a entender
que toda pasión - emoción es el producto de una manifestación intencional del alma, es decir, es el efecto
de una causalidad psicológica donde el intelecto, el logos (λόγος), el pensamiento (reflexionado, razonado)
más la expresión, cumple un rol protagónico.
Aristóteles, en el libro primero, en De Anima, realiza una recopilación de las diferentes definiciones del
Alma de la época, y en busca de las afecciones (emociones) de ésta, le dedica el libro segundo a las sensaciones
(los cinco sentidos) y en el tercero a la imaginación, el intelecto y las actividades cognoscitivas. En esta
célebre obra, el estagirita realiza una descripción biológica del comportamiento humano, dándonos a entender
que toda pasión - emoción es el producto de una manifestación intencional del alma, es decir, es el efecto
de una causalidad psicológica donde el intelecto, el logos (λόγος), el pensamiento (reflexionado, razonado)
más la expresión, cumple un rol protagónico.
En otra de sus obras la Ética Nicomáquea
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(1993), compuesta de 10 libros, es uno de los primeros tratados de ética donde Aristóteles resalta la relación
psicológica inmanente entre la emoción y la virtud ética, la razón práctica, la amistad, el placer y la felicidad,
todo ello en busca de la auténtica felicidad.
Dicha felicidad se lograría en la medida que logremos gobernar los impulsos no racionales con nuestra capacidad
de raciocinio (logos), evidentemente, tarea nada sencilla de lograr, al respecto, Marta Gil nos dice:
“Por este motivo, dichos sentimientos irracionales pueden ser entrenados de tal modo que adquiramos un hábito
por el cuál nuestras reacciones emocionales sigan un curso similar al que seguirían si fueran resultado del
seguimiento de las normas que la razón práctica obtiene tras un proceso de reflexión. El ethos debe ser penetrado
por el lógos para alcanzar un carácter moralmente virtuoso. El hombre moralmente excelente consigue forjarse
un ethos desde el que es capaz de encontrar y emplear el orthos lógos para orientar correctamente las pasiones.
Gracias a esto, el hombre moralmente virtuoso es capaz de orientar toda acción y actividad de manera adecuada.”
(Gil, 2013, págs. 6-7)
Esta poderosa relación simbiótica entre el ethos (costumbre, conducta, hábitos, carácter, personalidad,
valores, postura ética - moral) y el logos (razonamiento, argumento, discurso, intelecto, pensamiento) va
forjando el deber ser. En la medida que madura, crece y se fortalece el logos, éste van creando e instaurando
pautas conductuales (ethos) que se reflejan en la praxis personal y profesional, y a la larga, le da forma,
color y textura a la cultura.
Esta penetración del logos en el ethos es fundamental para todo directivo, para todo aquel que aspira a
liderar un equipo de negociación y para aquel, que ya ocupa dicha posición, es un recordatorio para mejorar
su gestión.
Siguiendo con Aristóteles encontramos su tema insigne, la retórica
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, tema muy bien desarrollado en su tratado con el mismo nombre, Retórica (1999) en él, Aristóteles no solo
desarrolla la teoría retórica, sino también resalta la importancia de la ética y coloca el acento en la psicología
filosófica.
En dicha obra, el estagirita, el maestro de maestros, en el libro segundo, capitulo “Elementos Subjetivos
de la Persuasión”, desarrolla el tema de páthos
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(πάθος) – emoción - pasión–, enmarcado dentro de la persuasión.
Para Aristóteles, la génesis del logro efectivo de la persuasión está en el correcto uso de tres pisteis
(πίστεiϛ), tres medios, tres elementos medulares para inducir credibilidad y persuasión: ήθος, πἀθος y λόγος
(ethos, pathos y logos), carácter distintivo del personaje que habla, el estado emocional del oyente y el
contenido de lo que se habla (el argumento), entre las tres, Aristóteles en Retórica, le atribuye más fuerza
al logos:
“Entendamos por retórica la facultad de teorizar lo que es adecuado en cada caso para convencer Esta no
es ciertamente tarea de ningún otro arte” 1355b 25 (1999, pág. 173)
“La retórica, sin embargo, parece que puede establecer teóricamente lo que es convincente” 1355b 30 (1999,
pág. 174)
“De todo lo que hace posible persuadir y aconsejar bien, lo mejor y más importante es conocer todas las
formas de gobierno y distinguir sus caracteres, sus usos legales y lo que es conveniente a cada una de ellas.
Porque lo que persuade a todos sin excepción es la conveniencia” 1365b 25 (1999, pág. 236)
En palabras sencillas, las pisteis son los instrumentos intelectuales y psicológicos que actúan en el acto
de persuasión (convicción), herramientas cruciales y fundamentales en toda negociación.
Indiscutiblemente, los aportes de Aristóteles en la decodificación y comprensión del comportamiento humano,
son soportes esenciales en la que hoy conocemos como Psicología, hasta tal punto que podríamos considerarlo
como el progenitor de dicha ciencia (Vives, 1916).
Muchos siglos después, a mediados del siglo XVII, René Descartes
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en 1649 publica su obra Les passions de l'áme (Las Pasiones del Alma) (1997). En este tratado, dividido en
tres partes y con un total de 212 artículos, Descartes despliega todo un minucioso abordaje a las pasiones,
resaltando sus famosas 6 pasiones primitivas o básicas (artículos: LXXXCV) -la admiración, el amor, el odio,
el deseo, el gozo y la tristeza-, y considera que todas las demás se derivan de éstas.
“[…] revisando todas las que he enumerado, se puede observar fácilmente que sólo seis son tales, a saber,
la admiración, el amor, el odio, el deseo, el gozo y la tristeza; y que las demás están compuestas de algunas
de estas seis, o bien son especies suyas” -380: Artículo LXIX- (Descartes, 1997, págs. 142-143)
Antes de continuar, es necesario recordar la aguda e injusta crítica que éste personaje realiza a los filósofos
antiguos (Platón, Aristóteles, etc.):
“No hay nada en que aparezca mejor cuán defectuosas son las ciencias que tenemos de los antiguos que en lo
que han escrito de las pasiones. [...] lo que los antiguos han enseñado de ellas es tan poca cosa, y en la
mayor parte tan poco creíble, que sólo puedo tener la esperanza de aproximarme a la verdad alejándome de
los caminos que ellos han seguido” -327 Artículo I- (Descartes, 1997, págs. 53-55)
Descartes, aconseja ignorar las enseñanzas del pasado, sin embargo, y a manera de ejemplo, no duda en continuar
con el legado (velado) diádico (δυαδικός), cuerpo - mente
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, el cree ser el primero en colocar el cogito como el controlador y director del cuerpo (cogito ergo sum)
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, el cree ser el primero en sus posturas innatistas, en fin, dada la importancia de sus aportes, dejemos
a un lado sus aires egocentristas y continuemos con nuestro diálogo.
Al analizar las obras de Descartes, incluso sus cartas, encontramos un factor común, “los espíritus animales”,
éstos tienen un rol protagónico y transversal en el pensamiento del filósofo de Touraine
9
.
“los espíritus animales, que son como un sutilísimo viento, o más bien como una purísima y vivísima llama,
la cual asciende de continuo muy abundante desde el corazón al cerebro y se corre luego por los nervios a
los músculos y pone en movimiento todos los miembros” (Descartes, 2011, pág. 137)
Quizás por “casualidad”, lo planteado por Descartes en cuanto a los espíritus animales, colocando el acento
en Las Pasiones del Alma y en el Tratado del Hombre y su metáfora •de la máquina, tiene un cierto parecido
a lo señalado por el clérigo y erudito inglés, profesor de la Universidad de Oxford, Robert Burton (1577–1640)
en su inédita obra The Anatomy of Melancholy publicada en 1621 (28 años antes de Las Pasiones del Alma),
dicha obra tuvo tal acogida que se publicaron cinco ediciones más (1624, 1628, 1632, 1638 y 1641).
“El Espíritu es el más sutil de los vapores, que se manifiesta en la sangre, y es el instrumento del alma,
para realizar todas sus acciones; un lazo o medio común entre el cuerpo y el alma, […]. Melancthon sostiene
que la fuente de estos espíritus parece ser el corazón; y después llevados al cerebro, tomando otra naturaleza.
De estos espíritus hay tres tipos, según las tres partes principales, cerebro, corazón, hígado; natural,
vital, animal. Los naturales se engendran en el hígado, y de allí se dispersan por las venas, para realizar
las acciones naturales. Los espíritus vitales nacen en el corazón de lo natural, que por las arterias se
transportan a todas las demás partes: si los espíritus cesan, entonces la vida cesa, como en un scyncope
o desmayo. Los espíritus animales formados por lo vital, llegan al cerebro y se propagan por los nervios,
a los miembros subordinados, dotándoles sentido y movimiento a todos ellos.” (Burton, 1883, pág. 96)
Lo interesante es que en ningún momento este insigne personaje fue citado por el filósofo.
Por otro lado, Descartes asegura que el alma reside en la glándula pineal, por ende, las emociones también
tienen su sede en dicha glándula. Toda experiencia producto del ver, oír y/o sentir, así como el miedo, el
hambre, el amor, la cólera, etc., son simples expresiones (efectos) de los movimientos de los espíritus percibidos
por la glándula pineal, de esta forma, por la acción de los espíritus, las vibraciones de ésta y por ende,
del alma, son la génesis de las emociones.
Siguiendo este orden de ideas, Descartes nos da a entender que el alma se muestra a través de las pasiones
(emociones) interviniendo en el cuerpo y generando la percepción consciente de éstas. Este planteamiento
tuvo vigencia por muchos años (alrededor de 2 siglos).
7 años antes de su muerte
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, en 1643, gracias a un amigo, en la corte del Haya, Descartes conoce a la princesa Isabel de Bohemia (princesa
palatina) con quien mantuvo una rica y fructífera comunicación epistolar
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, en dicho intercambio de correspondencia, trataron temas filosóficos variados, como el libre albedrío, las
virtudes, las pasiones en el alma, la moral, etc.
En la carta del 28 de octubre de 1645, la princesa le pide, muy respetuosamente, a su maestro y amigo filósofo
que escriba como los espíritus forman las pasiones y como corrompen el raciocinio:
“Pero creo que me aclararéis esta duda si os dignáis tomaros el trabajo de describir de qué forma el movimiento
de los espíritus sirve para formar todas las pasiones que experimentamos y de qué forma corrompe el raciocinio”
(Descartes, 2011, pág. 613)
A partir de dicha carta, Descartes inicia su hermenéutica reflexiva en pro de satisfacer tan interesante
solicitud, dando como resultado Les passions de l'áme.
“He meditado durante estos días en el número y el rango de todas esas pasiones para poder examinar con mayor
detenimiento su naturaleza.” Descartes a Isabel, 3 de nov de 1645 (Descartes, 2011, pág. 616).
“[Tras recibir el primer borrador, la princesa le responde al filósofo] Ello me ha impedido, pues, hasta
el momento usar del permiso que me disteis para que os sometiera los aspectos oscuros que mi necedad me ha
hecho hallar en vuestro Tratado de las pasiones, que no son demasiados, no obstante, ya que muy insensible
sería quien no comprendiese que el orden, la definición y las distinciones que dais de las pasiones y, por
último, toda la parte moral del tratado, superan con mucho a cuanto hasta ahora se ha dicho al respecto.”
Isabel a Descartes, 25 de abr de 1646 (Descartes, 2011, pág. 624).
“[Segundo borrador] Le envío también el librito del Tratado de las pasiones, que me ha costado mucho transcribir
de un borrador muy confuso que había conservado.” Descartes a Isabel, 20 de nov de 1647 (Descartes, 2011,
pág. 657)
A principios de 1649, la Reina Cristina de Suecia invita a Descartes para que fuera a Estocolmo a impartirle
clases de filosofía y elaborara los estatutos para implantar, siguiendo el ejemplo de algunas cortes renacentistas
italianas, una academia adjunta a su corte.
“Tuve hace alrededor de un mes el honor de escribir a Vuestra Alteza para hacerle saber que había recibido
unas cartas de Suecia. Acaban de llegarme otras que me invitan, de parte de la reina, a ir allí esta primavera,
para poder hallarme de regreso antes del invierno. Pero he respondido de forma tal que, aunque no me niego
al viaje, creo, no obstante, que no saldré de aquí hasta mediados del verano.” Descartes a Isabel, 31 de
mar de 1649 (Descartes, 2011, pág. 669)
“Habiendo llegado hace cuatro o cinco días a Estocolmo, una de las primeras cosas a las que me obliga mi
deber es a volver a ponerme humildemente a disposición de Vuestra Alteza para que no dude de que la mudanza
de clima y de país no puede ni cambiar ni menguar mi celosa devoción.” Descartes a Isabel, 9 de oct de 1649
(Descartes, 2011, pág. 670)
José Antonio Martínez Martínez y Pilar Andrade Boué (traductores de Las pasiones del alma) nos comentan
que:
“[Descartes] luego de haber aceptado la invitación de la reina Cristina para trasladarse a Estocolmo comunica
a C. Clerselier, en carta del 23 de abril de 1649, que, «respecto del tratado de las Pasiones, no espero
que esté impreso sino después de que me encuentre en Suecia; porque he sido negligente en revisarlo y añadirle
las cosas que habéis juzgado faltarle, las cuales lo aumentarán en un tercio; pues tendrá tres partes, de
las que la primera tratará de las pasiones en general, y en ocasiones de la naturaleza del alma, etc., la
segunda de las seis pasiones primitivas, y la tercera de todas las demás»48. Acabada su impresión en Holanda
a finales de noviembre de 1649, Las pasiones del alma vieron la luz en Amsterdam y París en los últimos días
del mes siguiente” (Descartes, 1997, págs. XXXI - XXXII)
A objeto de cumplir con sus funciones como Reina, ésta obligó a Descartes a impartir las lecciones de filosofía
muy temprano en las gélidas mañanas (alrededor de las 4 de la mañana) de Estocolmo, lo que le causó la terrible
neumonía que lo llevó a la tumba el viernes 11 de febrero de 1650.
Más adelante en el tiempo, con el naturalista británico Charles Robert Darwin (1809-1882) y su magistral obra The expression
of the emotions in man and animals (1872) (La expresión de las emociones en el hombre y en los animales)
se da inicio a la tradición biológica en el tratamiento de las emociones. Este destacado investigador, basándose
en sus más de 30 años de observación, resalta el papel de las emociones y con ellas, sus expresiones corporales,
como expresiones conductuales primigenias y primordiales en el proceso evolutivo (adaptativo) y herramienta
fundamental en la comunicación entre los miembros de una especie. Admite que las emociones son innatas pero
susceptibles a modificaciones a través del aprendizaje (argumento tomado y expandido por John Broadus Watson
(1878- 1958) y sus seguidores, los conductistas).
Darwin, tras analizar y agrupar su portafolio de observaciones, estable tres principios fundamentales, que
según él, explican la mayoría de las emociones, expresiones y gestos voluntarios del hombre y los animales:
Principio de la asociación de las costumbres útiles
Bajo este principio agrupa aquellos hábitos o actos que en un principio fueron producto de la razón a objeto
de cumplir con el proceso de adaptación, y pasan a formar parte de la costumbre y la asociación, convirtiéndose
en actos reflejos que se ejecutan sin la participación de la voluntad y son trasmitidos a través de la herencia
genética.
Principio de la antítesis
Toda manifestación de estado de ánimo, emoción o conducta tiene su estado de ánimo, emoción o conducta opuesta.
En algunas ocasiones, aun resultando poco útiles, se ejecutan respuestas motoras en forma inconsciente a
consecuencia de la costumbre de la asociación.
Cuando un hombre o un niño encolerizado grita a otra persona: « ¡Márchese usted! » generalmente extiende
el brazo corno para rechazarla, aun cuando su adversario esté lejos de él y aun cuando sea completamente
inútil confirmar la palabra con el gesto. Por el contrario, cuando desearnos vivamente que una persona se
aproxime a nosotros, hacemos el gesto de atraerla a nuestro lado: y lo propio ocurre en casos infinitos.
El cumplimiento de movimientos ordinarios de opuesta naturaleza, bajo el impulso de movimientos opuestos
a la voluntad, se ha hecho habitual en nosotros y en los animales. De lo cual resulta que, cuando acciones
de una especie cualquiera han sido estrechamente unidas a una sensación o una emoción parece natural que
actos de una naturaleza enteramente opuesta, aun cuando absolutamente inútiles, sean cumplidos de un modo
inconsciente a consecuencia de la costumbre de la asociación bajo la influencia de una sensación o de una
emoción directamente opuesta (Darwin, 1872)
Principio de los actos debidos a la constitución del sistema nervioso, completamente independiente de la
voluntad y, hasta cierto punto, de la costumbre.
Bajo este principio agrupa aquellas expresiones y respuestas motoras independientes de la voluntad, producto
de la excitación del sistema nervioso. Al caer al suelo, el hombre se protege extendiendo los brazos; según
la observación del profesor Alison, pocas personas pueden dejar de hacer otro tanto al dejarse caer sobre
un blando lecho (Darwin, 1872)
De esta forma en el planteamiento darwiniano, las emociones y con ellas las expresiones, tienen una impronta
genética y señala que el aprendizaje por asociación, juega un papel fundamental en el proceso de adaptación.
Pocos años después, encontramos el famoso planteamiento del psicólogo y filósofo estadounidense con una larga y brillante
carrera en la Universidad de Harvard, William James
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(1842-1910), quien estando en sintonía con Descartes, afirma que: no lloramos porque estamos tristes, sino
que estamos tristes porque lloramos:
“[…] los cambios corporales siguen directamente a la percepción del hecho desencadenante y que nuestra sensación
de esos cambios según se van produciendo es la emoción. [...] una exposición más racional es que nos sentimos
tristes porque lloramos, enfadados porque golpeamos, asustados porque temblamos, y no que lloramos, golpeamos
o temblamos porque, según el caso, estemos tristes, enfadados o asustados.” (James, 1890, págs. 449-450;
Lange & James, 1922, pág. 13; Hutchins, 1952, pág. 743; James, 1985, pág. 59)
En paralelo, al otro lado del mundo, desde la óptica de la medicina práctica, el fisiólogo danés, Carl Georg
Lange (1834 - 1900), desconociendo el aporte de James, en su búsqueda de ¿qué efectos tienen las emociones
sobre las funciones corporales?, llegó a la conclusión que era prácticamente imposible darle respuesta ya
que, según él, la pregunta había sido formulada en orden inversa (Lange & James, 1922). Esta increíble similitud,
hoy la conocemos como la teoría de James-Lange (Titchener, 1914; Fernández Dols & Ortega Ruano, 1985).
Para James y Lange, el centro de masa de su teoría, es el hecho que toda emoción es la percepción de los
cambios corporales derivados de un estímulo. Por un lado los cambios viscerales y de la musculatura voluntaria
(James) y por el otro, los músculos involuntarios y el aparato visomotor (Lange) (James, 1890; Lange & James,
1922; Fernández Dols & Ortega Ruano, 1985).
Este notable psicólogo estadounidense fundador del Conductismo y precursor de la Psicología Comparada, John Broadus Watson
(1878- 1958)
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, separándose de la Psicología clásica, colocó a un lado la mente (consciencia, intelecto) y resaltó la importancia
del ambiente social y la cultura en la manipulación, condicionamiento, dominio y desarrollo de las emociones
y, por ende, el comportamiento del ser humano, marcando así un hito en el estudio de las emociones. El impacto
de su revolucionario planteamiento provocó, como respuesta, el surgimiento de otra escuela el Cognitivismo.
Iniciando la segunda década del siglo XX, específicamente en el 1913, Watson publica su polémico artículo
“Psychology as the behaviorist views it” (1913), hoy conocido como el Manifiesto conductista, en dicho artículo,
marca distancia con la psicología racionalista cartesiana, señalando que el objetivo teórico, de la psicología,
es la predicción y el control de la conducta y que debe ser estudiada y manejada empíricamente.
“La psicología, tal como el conductista la ve, es una rama experimental puramente objetiva de las ciencias
naturales. Su objetivo teórico es la predicción y el control de la conducta.” (Watson, 1913, pág. 158)
Este tenaz y ambicioso investigador, en su búsqueda para “mejorar“ la condición humana, identifica y reconoce
solo tres emociones innatas: miedo, rabia (cólera, ira) y amor (Watson & Morgan, 1917; Murchison, 1927; Watson,
1945; Watson, 1972) y asegura que estas tres reacciones viscerales básicas "... constituyen el núcleo del
cual proceden todas las futuras reacciones emocionales" (Murchison, 1927, pág. 49; Watson, 1945, pág. 124;
Watson, 1972, pág. 154).
A continuación algunas respuestas innatas, dadas por Watson, de cada emoción (Watson & Morgan, 1917; Murchison,
1927; Watson, 1945; Watson, 1972):
El principal crítico de la teoría de James-Lange fue el fisiólogo estadounidense, Walter Bradford Cannon (1871-1945), quien
a partir del 1914 con su artículo “The emergency function of the adrenal medulla in pain and the major emotions”
(1914) y un año después con su obra, Bodily Changes in Pain, Hunger, Fear and Rage (2015), inicia a preparar
las bases de su argumentación en contra de dicha teoría.
Cannon continua investigando y 12 años después, en 1927 alega la existencia de nuevas evidencias, “physiological
facts which were not available when James and Lange developed their ideas” (1927, pág. 106), evidencias que
le permitieron argumentar y apoyar su crítica.
En esa búsqueda de evidencias, dos años después, define y populariza el término Homeostasis (Cannon, 1929),
concepto clásico e imprescindible en cualquier disciplina relacionada con el estudio de la conducta. Dicho
término es usado por primera vez por Cannon, sin embargo, con su postura humilde y profesional, le da el
crédito al “milieu interieur” o “intérieur” del biólogo teórico, médico y fisiólogo francés, Claude Bernard
(1813-1878), quien exalta la importancia del equilibrio interno de todo ser viviente y señala que todo organismo
complejo vivo, dispone de un conjunto de sistemas fisiológicos encargados de amortiguar los embates nocivos
provenientes del medio ambiente externo (Bernard, 1878; 1879).
Ahora bien, en términos simplistas, Cannon nos da a entender que las reacciones emocionales, que observamos,
son la exposición física de los procesos fisiológicos en pro de mantener el estado de equilibro del organismo
(Homeostasis - equilibrio interno), activado por un estímulo externo, es decir, la función de las emociones
es preparar al cuerpo ante una eventual emergencia, e indica que todo inicia en el tálamo, quien por un lado
informa (feedback) a la corteza cerebral de lo ocurrido y por otro lado envía impulsos al sistema nervioso
periférico activando los músculos y las vísceras a fin de preparar el cuerpo ante la posible amenaza.
De esta forma, para Cannon, tanto el sistema nervioso central (con énfasis en el tálamo) como el periférico
intervienen en todo proceso emocional a diferencia de James-Lange quienes aseguran que solo el sistema nervioso
periférico está presente.
En el 1928, gracias a los resultados de experimentos con gatos
17
, un discípulo de Cannon, el fisiólogo estadounidense, Phillip Bard (1898-1977) amplia lo señalado por su
profesor y señala que el hipotálamo también está relacionado con los procesos emocionales (Bard, 1928) y
así ambas propuestas se unieron y hoy las conocemos como la teoría de Cannon- Bard, en ella se establece
que el tálamo es el sustrato biológico de la expresión física de los procesos fisiológicos (experiencia emocional)
y el hipotálamo es el sustrato biológico responsable del comportamiento emocional (Figura 1).
De esta forma se dio inicio a la clásica controversia dicotómica centro/periferia, por un lado la teoría
periferialista (James, 1884; 1890; 1985), donde se defiende la tesis que los mecanismos cerebrales son simples
observadores de los procesos fisiológicos, denominados emoción «no lloramos porque estamos tristes, estamos
tristes porque llorarnos» y por el otro lado la teoría centralista (Cannon, 1927; Bard, 1928; Papez, 1937;
MacLean, 1949) quien coloca los mecanismos cerebrales (sistema nervioso central) en primera plana y subraya
el componente cognitivo de la experiencia emocional.
A partir de los trabajos de Cannon y su discípulo Bard, se incrementaron las investigaciones en busca del sustrato biológico
de las emociones y con ellas el comportamiento emocional. Entre dichas investigaciones destaca la realizada
por el neurólogo estadounidense, James Wenceslas Papez (1883-1958), quien nos dice que la red neuronal del
«cerebro antiguo» está interconectada con la corteza cerebral. Éste notable investigador, resalta la importancia
del tálamo y señala que la información neuronal que llega al tálamo se dirige a la corteza cerebral (ruta
del pensamiento), a los ganglios basale (ruta del movimiento) y hacia el hipotálamo (ruta del sentimiento)
(Papez, 1937), de dicho pronunciamiento se desprende lo que hoy conocemos como «Circuito de Papez» (Figura
2).
El médico y neurocientífico norteamericano Paul D. MacLean (1913-2007), partiendo de Cannon y Bard, amplió lo señalado por
Jakob y Papez agregando la amígdala, el septum y la corteza prefrontal. Esta organización la denominó cerebro
límbico (cerebro visceral) (MacLean, 1949) y lo clasificó como el segundo cerebro en la evolución humana,
formulando la famosa teoría de los “tres cerebros” (cerebro triuno): el reptil, el límbico y el neocórtex
(corteza superior (hemisferio izquierdo y derecho)) (MacLean, 1973; 1990; Braidot, 2014; Bendersky, 2015;
de los Heros, 2016). MacLean (citado en Braidot, 2014, pág. 64) nos asegura que “cada uno de ellos [los tres
cerebros] tiene sus propias funciones y, a su vez, una estructura física y química diferente”.
Cerebro Reptil
Éste es el cerebro más antiguo, es responsable de la conducta programada a objeto de preservar la especie
(la territorialidad, rituales, adicciones, seguridad, luchar-huir, etc.), en él se dan los necesarios cambios
fisiológicos vitales para la sobrevivencia (latido del corazón, la respiración y la digestión, etc.).
Cerebro Límbico
Rodeando al cerebro reptil y debajo del neocórtex, este cerebro también llamado cerebro mamífero, cerebro
emocional, es el responsable de la interacción social, el bienestar emocional, el aprendizaje, la motivación
y los estados de ánimo. Es el asiento de la emociones (alegría, miedo, tristeza) y de la inteligencia afectiva-emocional
(amor, odio).
Neocórtex
Es el cerebro homínido más evolucionado, dividido en dos hemisferios (izquierdo y derecho) es el que nos
permite pensar, hablar, percibir, imaginar, analizar, estudiar, reflexionar, tomar decisiones y comportarnos
como seres civilizados.
Estas tres estructuras (sistemas) cerebrales, interactuando como un todo, conforman el órgano que llamamos
cerebro y éste, es el artífice y responsable de nuestra conducta y morada de nuestra inteligencia multifocal
18
, tomando como base fundamental la inteligencia ética.
Ya para finalizar nuestro breve recorrido histórico, encontramos al famoso neurólogo portugués, António C. Rosa Damásio (nació
en 1944
19
en Lisboa) actualmente es profesor de Psicología, Filosofía y Neurología en la escuela Dana y David Dornsife
de Letras, Artes y Ciencias de la Universidad del Sur de California (USC Dornsife)
20
y junto con su esposa (Hanna Damásio) dirigen el Instituto Cerebro y Creatividad de la misma escuela
21
.
Este prestigioso hombre de ciencias, ha forjado un número considerable de aportes científicos, a manera
de ejemplo: separación clara y precisa entre «emoción» y «sentimiento», el muy mencionado «marcador somático»,
la clara separación entre emociones «primarias» y «secundarias o sociales», etc., etc.
Ahora bien, en su magistral obra El Error de Descartes (1996), Damásio hace alusión a la investigación dirigida
por su esposa Hanna a objeto de reconstruir en 3D el cráneo de Phineas Gage
22
(Damásio, Grabowski, Frank, Galaburda, & Damásio, 1994) y poder explicar el porqué de su comportamiento.
La reconstrucción pudo explicar el daño físico (órganos afectados) pero “faltaba conocer el funcionamiento
de la mente de Gage cuando se comportaba tan lamentablemente como lo hacía” (Damásio A. C., 1996, pág. 54).
Damásio le dedica todo el capítulo 3 (Un Phineas Gage de Nuestro Tiempo) (1996, pág. 55) para describir
los hallazgos, que junto con su discípulo, Paul Eslinger, habían encontrado al estudiar el caso del paciente
EVR (Eslinger & Damásio, 1985) (Damásio lo llamaba Elliot), a este paciente se le diagnosticó un tumor benigno
de las meninges que “tenía el tamaño de una naranja pequeña […] [y] comprimía hacia arriba los lóbulos frontales”
(Damásio A. C., 1996, pág. 56), necesariamente se tuvo que extirpar dicho tumor y con él, el tejido del lóbulo
frontal dañado, lográndose eliminar toda la sintomatología previa.
Fisiológicamente la operación fue todo un éxito, pero Elliot ya no era el mismo, “era un nuevo Phineas Gage”
(Damásio A. C., 1996, pág. 59)
“La tragedia de este hombre saludable e inteligente consistía en que, no siendo estúpido ni ignorante, obraba
con frecuencia como si lo fuera. La maquinaria de sus decisiones estaba tan deteriorada que ya no podía actuar
como un ser social efectivo […] Su cuociente intelectual estaba en el rango superior [...] sus problemas
[...] reflejaban dificultades de ajuste "emocional" y "psicológico"” (Damásio A. C., 1996, págs. 57, 61)
Con apoyo de Eslinger y ayuda de un colega, Jeffrey Saber, le practicaron varios exámenes a Elliot,
“Los exámenes neuropsicológicos y psicológicos habituales revelaron una inteligencia superior. En todos
los subtests de la Escala de Inteligencia Adulta de Wechsler, Elliot demostró tener habilidades superiores
o iguales al promedio. Su memoria inmediata para dígitos era excelente, así como su memoria verbal de corto
plazo y la de diseños geométricos. Su respuesta demorada en la lista de palabras y figuras complejas de Rey
caía dentro de los rangos normales. Su desempeño en el Examen Multilingüe de Afasia, una batería de exámenes
que determinan varios aspectos de la comprensión y estructuración verbal, era normal” (Damásio A. C., 1996,
pág. 62)
Todo indicaba que Elliot estaba dentro de los parámetros normales de cualquier persona sana en su edad,
sin embargo, algo no marchaba bien ya que su capacidad para solucionar los problemas en su quehacer diario,
indicaba la presencia de problemas en su toma de decisiones.
“Ya no me cabía duda que había mucho en común entre Elliot y Phineas Gage. La conducta social y el defecto
en la toma de decisiones era compatible en ambos con una base normal de conocimiento social y con funciones
neuropsicológicas intactas, tales como la memoria convencional, el lenguaje, la atención básica, la memoria
operativa elemental y procesos racionales fundamentales. Es más, no cabía duda que en el caso de Elliot el
defecto estaba acompañado por una disminución de la reactividad emocional y del sentimiento. [...] Empecé
a pensar que la frialdad racional de Elliot le impedía asignar valores adecuados a las diferentes opciones
y convertía el paisaje de sus decisiones en algo ineludiblemente chato. También podía ser que esa sangre
fría tornara su espacio mental demasiado cambiante y fugaz como para permitir una adecuada elección de respuestas;
en otras palabras, había un defecto sutil más que un defecto básico de memoria operativa, que podía alterar
el remanente de racionalidad que se requiere para que surja una decisión” (Damásio A. C., 1996, pág. 72)
La incongruencia entre los resultados provenientes de los exámenes y la vida real, motivó a Damásio a formular
el «marcador somático», estableciendo, entre otras cosas, que el procesamiento de la información emocional
se encuentra lateralizado en el hemisferio derecho, e integra a la emoción en el proceso de la toma de decisiones.
De esta forma, con los casos de Gage y Elliot se demostró que toda toma de decisión, basada netamente en
la racionalidad “pura”, cual postura estoica, no tendrá la asertividad adecuada.
Como hemos podido apreciar, la emoción no es un tema nuevo, se remonta a los albores de la Grecia antigua y la historia nos
demuestra que ha tenido una evolución bastante prolifera, sin embargo es un tema que no se ha agotado, no
ha perdido vigencia ya que nos falta mucho que aprender sobre ella.
A través de este breve ensayo y con ayuda de algunos de los autores más reconocidos, Platón, Aristóteles
y Descartes desde la filosofía, Darwin desde la biología, James desde la psicología, Watson y su postura
conductista, Cannon desde la fisiología, Papez, Jakob, MacLean y Damásio desde la neurociencia (neurofisiología,
neuropsicología, etc.), solo logramos realizar sutiles toques tangenciales en torno a sus aportes que han
tenido impactos considerable en diferentes disciplinas del saber (antropología, sociología, psicología, neurociencia,
etc.).
Evidentemente, la emoción y con ella la toma de decisión, son temas tan complejos que su carácter «transversal»
en nuestras vidas y su necesario tratamiento interdisciplinar impide el poderlos resumir en un ensayo, por
lo que optamos por realizar una simple pincelada histórica a fin de incentivar la necesaria investigación
y con ella, su correspondiente hermenéutica en torno a su importancia en nuestro quehacer diario (Young,
1946; Wegner & Bargh, 1998).
Con la idea de ilustrar el carácter «transversal» y solo a manera de ejemplo, veamos a continuación una
pequeña muestra de investigaciones recientes:
“Lo bueno” puede ser suficiente para algunos. Pero nosotros, los trabajadores del Conocimiento, debemos buscar “lo excelente” y nunca, pero nunca, conformarnos con menos.
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