Julio Atencio*
Universidad del Zulia (LUZ)
julioatencio@hotmail.com
Genarina Sánchez**
UNERMB
gena.sanchez@hotmail.com
El presente artículo tiene como propósito caracterizar el control de gestión estratégica que debe ser empleado en las organizaciones. Estableciendo un conjunto de elementos de análisis que justifican la necesidad de enfocar el control en función de la estrategia y la estructura, para una efectiva toma de decisiones. Razón por la cual, se realizó un recorrido teórico sobre aspectos relacionados con la gestión estratégica empresarial, control de gestión estratégica, indicadores de gestión, sistemas de control de gestión, cuadro de mando integral y las consideraciones finales relacionadas con el tema.
Palabras clave: Gestión Estratégica, Control de Gestión Estratégica, Indicadores de Gestión, Sistemas de Control de Gestión, Cuadro de Mando Integral.
The present article has as intention characterize the control of strategic management that it must be used in the organizations. Establishing a set of elements of analyses that justify the need to focus the control depending on the strategy and the structure, for an effective capture of decisions. Reason for which, a theoretical tour was realized on aspects related to the strategic managerial management, control of strategic management, indicators of management, systems of management control, picture of integral control and the final considerations related to the topic.
Key words: Strategic Management, Control of Strategic Management, Indicators of Management, Systems of Management Control, Picture of Integral Control.
La actividad de las organizaciones así como sus técnicas para el control de
gestión se han visto sometidas a una serie de cambios en las últimas décadas,
debido a la globalización de los mercados y el incremento de la competitividad de
las empresas.
Es por ello, que el dominio de éstas técnicas para el control de la gestión está
pasando a ser un elemento esencial de la diferenciación competitiva en el mercado
mundial, debido a que es uno de los factores que determinan el ganar o el perder,
con la misma importancia que la tecnología del producto o el proceso de producción.
De hecho, se trata de un nuevo estado del arte de la gestión que se está
elaborando a nivel internacional, a través de la reconcepción de los instrumentos de
medida. Efectivamente, más allá de las técnicas propias de la actividad particular
que constituye el control de la gestión estratégica organizacional, se está
convirtiendo en un cambio rotundo en la filosofía de gestión empresarial.
Razón por la cual, el presenta artículo tiene como propósito caracterizar el
control de gestión estratégica que debe ser empleado en las organizaciones. Para
ello, se realiza un recorrido teórico sobre aspectos relacionados con la gestión
estratégica empresarial, control de gestión estratégica, indicadores de gestión,
sistemas de control de gestión, cuadro de mando integral y consideraciones finales
relacionadas con el tema.
El termino gestión puede concebirse como proceso y disciplina (Ivancevich y
otros, 2000). Como proceso comprende determinadas actividades laborales que los
gestores (individuos que guían, dirigen o supervisan) deben llevar a cabo a fin de
lograr los objetivos de la empresa. Clasificar la gestión como una disciplina implica
un cuerpo acumulado de conocimientos susceptibles de aprendizaje mediante el
estudio.
Por lo tanto, una de las principales tareas del proceso de gestión es la de
optimizar la utilización de los recursos de que dispone la organización para lograr
los objetivos, planes y actividades, que permitirá el proceso de toma de decisiones,
la competitividad, productividad y la calidad de los servicios ofrecidos a los clientes.
Este proceso de gestión presenta varias características estratégicas,
administrativas, tecnológicas y operativas. Así, la gestión es una asignatura con
principios, características, conceptos y teorías.
Dentro de este contexto, para Sallenave (2007), la gestión estratégica requiere
la generación de acción, planificación y control de acciones que permitan conducir
un negocio con el fin de sobrevivir a corto plazo y mantenerse competitivos a largo
plazo. Esta planificación, acción y control deben ser responsabilidad de quien los
realiza y no un proceso centralizado.
Al respecto, Borello (2000, p. 21) define la gestión estratégica como “el arte y/o
ciencia de anticipar y gerenciar participativamente el cambio con el propósito de
crear permanentemente estrategias que permitan garantizar el futuro del negocio”.
Según este autor, son las estrategias y las actitudes de la gente, más que la
estructura, los organigramas y los sistemas, la base fundamental del proceso. El
talento de la gente que trabaja allí, sus aptitudes, las estrategias que utilizan para
realizar el trabajo, la actitud que asumen frente a los procesos y las habilidades que
ha desarrollado la organización para resolverlos, son aspectos que dan sentido
estratégico a la gestión. Además, plantea tres (3) elementos clave de la gestión
estratégica, estos son: Excelencia, Innovación y Anticipación.
La excelencia, es la base mínima de partida para competir, sin ella, la
organización no tiene futuro. Planteada sobre la base de que ya hay quien es
excelente, cualquiera que quiera competir en una economía global, tiene que estar
por lo menos al nivel de la excelencia, de ahí en adelante solo queda el camino de
superar esos elementos, traducidos en calidad total y mejoramiento continuo.
En cuanto a la innovación, esta tiene que convertirse en una forma de vida para
todos los miembros de la organización.
La anticipación como capacidad de una organización proactiva, es la que no
espera que ocurran las cosas para responder, sino que permanentemente está
identificando los elementos que la van a llevar a ser competitiva en el futuro,
adelantándose a los acontecimientos o forzando situaciones para que lo que ocurra
en el futuro le favorezca.
Por otra parte, es importante resaltar que según Hellriegel y otros (2002, p. 7), el
gerente “es quien planifica, organiza, dirige y controla la asignación de recursos
humanos, financieros, así como de información para lograr los objetivos de la
organización”. En síntesis, es el responsable de dirigir las actividades llevadas a
cabo en la empresa, por un grupo de personas que comparten una visión, con la
finalidad de alcanzar sus propósitos fundamentales.
Como proceso, Robbins y otros (2002); Bateman y otros (2001), así como
Hellriegel y otros (2002), coinciden al plantear que el desempeño de los gerentes se
ve reflejado en la ejecución de cuatro (4) funciones administrativas fundamentales,
estas son: planificar, organizar, y controlar que se vinculan entre sí mediante la
función de liderar (dirigir). La planificación determina qué resultados ha de lograr la
organización; la organización especifica cómo se lograrán los resultados
planificados; dirigir significa orientar a los responsables de llevar a cabo las
actividades y el control comprueba sí se han logrado o no los resultados previstos.
Siempre que se está en presencia de un proceso de dirección, estas funciones
deben estar implícitas, aunque la subdivisión que se presenta tenga un carácter
puramente analítico y metodológico, ya que todos se producen de forma simultánea en un período de tiempo dado, y sin atenerse a este orden predeterminado en el
cual se presenta (Garrido, 2006).
Lo que si resulta indiscutible, es que cada una de estas funciones juega un papel
determinado dentro del proceso de dirección, complementándose mutuamente y
formando un sistema de relaciones de dirección. A pesar del papel de cada una,
muchos autores se plantean la importancia relativa que tiene la planificación por
sobre las demás; pero resulta innegable la relación estrecha que existe entre cada
una de ellas.
Por ejemplo, una organización que no se estructure en función del diseño
estratégico, no podrá dar respuesta a los planteamientos de su planeación. De la
misma forma, si el sistema de control no es un reflejo de la planificación, o no busca
los resultados sobre la estructura, no brindará información pertinente sobre el
desempeño de la organización.
Las condiciones en que se compite en la actualidad por acceder a los recursos
necesarios, por reducir gastos y costos, por aumentar la calidad de los productos o
servicios, y el colosal desarrollo de las comunicaciones así como el transporte, han
modificado la forma de actuar e interactuar de las organizaciones. Los procesos de
dirección han evolucionado, de igual forma, a un sistema superior, exigiendo
técnicas más efectivas para el control de gestión. Al respecto, el control de gestión
puede definirse, según Anthony (2001, p. 168) lo considera, acertadamente, “como
un proceso mediante el cual los directivos aseguran la obtención de recursos y su
utilización eficaz y eficiente en el cumplimiento de los objetivos de la organización”.
De acuerdo a este autor, un sistema de control de gestión esta destinado a
ayudar a los distintos niveles de decisión a coordinar las acciones, a fin de alcanzar
los objetivos de mantenimiento, desempeño y evolución, fijados a distintos plazos,
especificando que si los datos contables siguen siendo importantes, está lejos de
tener el carácter casi exclusivo que se le concede en muchos sistemas de control de
gestión.
Para Amat (2004, p. 35), el Control de Gestión es "el conjunto de mecanismos
que puede utilizar la dirección que permiten aumentar la probabilidad de que el
comportamiento de las personas que forman parte de la organización sea coherente
con los objetivos de ésta”. Este concepto propone una nueva dimensión del control
de gestión, pues no solo se centran en el carácter contable y a corto plazo de éste,
sino que reconocen la existencia de otros factores e indicadores no financieros que
influyen en el proceso de creación de valor, ya sea en productos o servicios, y se
enfocan sobre la base de la existencia de objetivos propuestos a alcanzar.
El proceso de control de gestión, por tanto, partiendo de la definición clásica del
control, retomando criterios de otros autores, ajustado a las necesidades actuales de gestión de información y añadiendo elementos no formales de control pudiera
plantearse en cinco puntos:
1. Conjunto de indicadores de control que permitan orientar y evaluar
posteriormente el aporte de cada departamento a las variables claves de la
organización.
2. Modelo predictivo que permita estimar (a priori) el resultado de la actividad
que se espera que realice cada responsable y/o unidad.
3. Objetivos ligados a indicadores y a la estrategia de la organización.
4. Información sobre el comportamiento y resultado de la actuación de los
diferentes departamentos.
5. Evaluación del comportamiento y del resultado de cada persona y/o
departamento que permita la toma de decisiones correctivas.
Según Amat (2004), en función de la combinación de mecanismos que utilice
una organización para adaptarse al entorno y facilitar el control interno, se pueden
considerar cuatro tipos de sistemas de control: Familiar (o de Clan), Burocrático (o
de formalización del comportamiento), por Resultados (o de mercado) y Ad-hoc (o
de Network). Muchos autores acostumbran a asociar el control por resultados con el
control de gestión. El hecho de que, por sus características, muchas organizaciones
no utilicen este sistema sino otro, no implica que no realicen control de gestión.
No obstante, la preferencia por un sistema u otro estará influenciada por la
dimensión de la organización, el grado de centralización de las decisiones, la
posibilidad de formalizar la actividad, las características personales y culturales de la
organización, el comportamiento de sus integrantes y las características del entorno.
Sobre la base de los aspectos mencionados, según Lorino (2000), el control de
gestión estratégica se encarga de mantener a la organización sobre el camino de la
eficacia, al recopilar e interpretar información sobre el grado de consecución de los
objetivos y disponerla para la toma de decisiones sobre los mismos; además, de
contribuir a fomentar la eficiencia mediante el control de los recursos y presupuestos
destinados para alcanzarlos y, mantener una vigilancia constante a las
oportunidades y amenazas que se manifiesten en el entorno.
De acuerdo a este autor, el proceso de control de gestión estratégico debe estar
basado en mecanismos de control relacionados tanto con aspectos cuantificables,
derivados de un presupuesto o de un plan, basados en objetivos planteados y en
sistemas de controles específicos como control interno, de calidad, entre otros;
como con aspectos ligados al comportamiento individual e interpersonal. Estos
mecanismos son diferenciados y tratados como mecanismos formales (planificación
estratégica, estructura organizativa, contabilidad de gestión) y mecanismos no
formales de control (mecanismos psicosociales que promueven el auto control y los
culturales que promueven la identificación).
Los sistemas de gestión han tenido que irse modificando para dar respuesta a la
extraordinaria complejidad de los sistemas organizativos que se han ido adoptando,
así como a la forma en que el comportamiento del entorno ha ido modificando la
manera en que incide sobre las organizaciones. Uno de los aspectos más
importantes que ha de caracterizar al control como proceso, lo constituye el hecho
de que el mismo se diseñe con un enfoque sistémico, por lo que resulta de gran
importancia esclarecer los conceptos a él asociados.
Es preciso comenzar entonces por el concepto de sistema, visto esto como un
conjunto de elementos interrelacionadas entre si, en función de un fin, que forman
un todo único y que posee características nuevas que no están presentes en cada
uno de los elementos que lo forman (Amat, 2004).
Cada elemento que conforma un sistema tiene una función específica bien
definida y la obligación de cumplirla y contribuir de forma sinérgica al correcto
funcionamiento y, en definitiva, alcanzar el objetivo determinado. En una
organización, solamente esto le permitirá sobrevivir.
En este sentido, Menguzzato y Renau (2000) así como Lorino (2000), coinciden
en señalar que un sistema de control es un conjunto de acciones, funciones, medios
y responsables que garanticen, mediante su interacción, conocer la situación de un
aspecto o función de la organización en un momento determinado y tomar
decisiones para reaccionar ante ella.
Según Lorino (2000), un sistema de control debe responder a un cierto número
de condiciones que una herramienta analítica no suele cumplir. Es necesario
recordar que el control es, ante todo, un asunto de comportamiento: se trata,
mediante la elección de los fenómenos medidos, de orientar los comportamientos
individuales o colectivos en un sentido que se ha juzgado favorable para la
organización y de conseguir el cumplimiento de su estrategia. Por tanto, el sistema
de control debe ser:
- Muy sencillo, para que sea fácil de manejar y modificar; generalmente, estará
constituido por un pequeño número de objetivos y de indicadores de control para cada actividad (un decisor “normal” no es probable que pueda tener en cuenta más
de cinco o seis indicadores en sus decisiones).
- Claro, es decir, constituido por indicadores concretos, perfectos y fácilmente
compresibles por el personal involucrado, y no ambiguo; varios indicadores
diferentes pueden presentar mensajes contradictorios; por tanto, un sistema de
control no estará constituido solamente por indicadores, sino también por reglas
para la utilización de estos indicadores, especialmente reglas de prioridad, para
evitar ambigüedades y conflictos entre objetivos.
- Determinado por la estrategia. Los indicadores de control deben traducir la
estrategia a nivel de la actividad, es decir, al nivel del centro de decisión que tiene
la actividad a su cargo. El hecho de que el sistema de control se defina y oriente por
los objetivos estratégicos de una organización, le otorga un carácter eminentemente
estratégico, pues estará diseñado para pulsar el comportamiento de las distintas
partes del sistema en función del cumplimiento de esos objetivos y a la vez aportará
información para la toma de decisiones estratégicas.
- Evolutivo, es decir, concebido de manera que pueda adaptarse en función de
los cambios de circunstancias y de estrategia.
- Tan integrado como sea posible. Los indicadores de control no se eligen de
abajo hacia arriba, según la inspiración, en función de lógicas puramente locales,
sino después del análisis de los procesos y actividades, y de la identificación de los
principales inductores de eficiencia; sólo cumpliendo esta condición se conseguirá
que los indicadores no constituyan únicamente un mosaico de lógicas locales, sino
un conjunto colectivo de lógicas parciales que traduzcan una estrategia global
(Lorino, 2000).
Por todo lo anterior, el diseño de un sistema de control para la gestión de una
organización ha de ser coherente con la estrategia y la estructura de ésta, como
aspectos formales así como con los aspectos no formales que forman parte del
proceso de gestión. Esto podrá garantizar con una mayor probabilidad, que el
funcionamiento y los resultados que se obtienen de las decisiones adoptadas, estén
relacionados y sean consistentes con los objetivos de la organización.
De allí que los sistemas de control de gestión que se diseñen, deben estar
ligados a la formulación de la estrategia de la organización, al diseño de su
estructura y a los aspectos no formales vinculados a los estilos y métodos de
dirección que posibiliten adecuados procesos de toma de decisiones y a la identidad
que se logre en la organización, asimilando instrumentos y mecanismos que le
permitan salvar las limitaciones que como sistema de control no le permite
cumplir su función con eficiencia y eficacia.
El sistema de control tiene su expresión en las actividades para las cuales ha
sido diseñado y por tanto se define según el alcance y periodicidad de la
información que proporciona. Así se establecen los sistemas de control interno y estratégico o de gestión (Menguzzato y Renau, 2000). Este último, será el que se
describirá a continuación, por ser un aspecto importante para la comprensión del
tema de estudio, específicamente la metodología denominada Cuadro de Mando
Integral.
El Cuadro de Mando Integral (CMI) o Balanced Scorecard o Tablero de
Comando, es una metodología desarrollada por los profesores Norton y Kaplan,
cuyo objetivo es trazar el plan estratégico de la empresa y alinear todas las
actuaciones de la misma, de manera que converjan en una única dirección que sea
la apropiada para llegar a alcanzar los objetivos que forman dicha estrategia
(Franklin, 2005).
Según Kaplan y Norton (2000) es un método de obtención y clasificación de
información que generan los sistemas control de gestión. Se desarrolla desde la
base hasta los niveles más altos de dirección. Todos los departamentos tributan el
comportamiento de sus indicadores en tableros de mando particulares, estos
recorren y se adaptan a la necesidad de información de los distintos niveles
superiores hasta llegar a un punto (persona) encargado de clasificar toda la
información en dependencia de las necesidades de información de la alta dirección
para la toma de decisiones. Todo el proceso se desarrolla mediante sistemas
automatizados que permiten a la información recorrer todos los puntos donde se
necesite utilizarla o enriquecerla.
El propósito será centrarse en una jerarquía organizacional muy concreta. Dicha
jerarquía, será la base de lo que se analizará como pirámide de cuadro de mando.
Esta pirámide, estará compuesta por un cuadro de mando para el nivel de
responsabilidad superior, otros inmediatamente inferiores que se encuentran
estrechamente vinculados a éste y, en los niveles de responsabilidad de menor
incidencia.
La Dirección General o el Consejo de Administración junto con las Direcciones
Funcionales, como niveles más importantes de la estructura jerárquica, tendrán un
papel mucho más relevante con respecto a la función de planificación. Por otra
parte, en lo relativo a la función de control, la llevará a cabo fundamentalmente
desde una perspectiva estratégica.
Las etapas de ejecución y control, pero ya en este caso con un ámbito temporal
no superior al año, serán desempeñadas por los niveles medios e inferiores de la
pirámide. En este caso, Direcciones y Subdirecciones Funcionales.
De acuerdo a Kaplan y Norton (2001), se deben destacar tres (3) características
fundamentales de los cuadros de mando de gestión:
1. La naturaleza de las informaciones recogidas en él.
2. La rapidez de ascenso de la información entre los distintos niveles de
responsabilidad.
3. La selección de los indicadores necesarios para la toma de decisiones, sobre
todo en el menor número posible.
Lo más importante es establecer un sistema de señales en forma de cuadro de
mando que indique la variación de las magnitudes verdaderamente importantes que
se busca vigilar, detectar las deficiencias de gestión que se están llevando a cabo, o
de forma positiva, aquellos aspectos que se están gestionando bien y que hay que
reforzar. Es una herramienta de ayuda a la gestión. En sí mismo no es un objetivo,
sino un elemento que ha de estar orientado hacia la acción.
El cuadro de mando integral, según Lorino (2000), tiende especialmente hacia
cinco ideas básicas:
1. El apoyo constante en el proceso de toma de decisiones.
2. Claridad y eficiencia en su concepción y utilización.
3. Posibilidad de adaptación sucesiva al entorno.
4. Máxima viabilidad posible a la hora de tener en cuenta las variables de
carácter cualitativo y sobre todo.
5. Ser un elemento de estímulo constante a todos los niveles.
Así la organización se ve obligada a adaptarse a las diversas situaciones que se
le presentan, y es por lo que debe ir adaptando las herramientas con las que puede
contar en contabilidad de gestión, o por el contrario, proveerse de nuevas que se
ajusten lo mejor posible a las necesidades y prioridades de cada momento.
Según Kaplan y Norton (2004), la implantación del Cuadro de Mando Integral en
una organización ofrece los siguientes beneficios:
- Proporciona a los directivos un instrumento necesario para navegar en un
entorno competitivo. Hoy en día las organizaciones están compitiendo en entornos
complejos y por lo tanto, es importante que tengan una exacta comprensión de sus
objetivos y métodos que han de utilizar para alcanzarlos.
- Traduce la estrategia y la misión de una organización en un amplio conjunto
de medidas de la actuación que proporcionan la estructura necesaria para un
sistema de gestión y medición estratégica” por lo que permite que las empresas
puedan seguir las pistas de los resultados financieros, al mismo tiempo que
observan los progresos en la formación de aptitudes y la adquisición de los bienes
tangibles que necesitan para su crecimiento futuro.
- Transforma el objetivo y la estrategia de una unidad de negocio en objetivos e
indicadores tangibles, estos indicadores deben representar un equilibrio entre los
indicadores externos para la sociedad y clientes y los indicadores internos de los
procesos críticos de negocios, innovación, formación y crecimiento.
- Estimula el aprendizaje entre los ejecutivos claves, con respecto a la viabilidad
y validez de su estrategia. Este proceso de formación y feedback estratégico
alimenta el proceso estratégico y de visión, en que los objetivos en las diversas
perspectivas que se revisan, se ponen al día, y se reemplazan, inductores de la
actuación, para los períodos venideros. Los procesos de gestión alrededor del CMI
permiten que la organización se equipare y se centre en la puesta en práctica de la
estrategia a largo plazo.
- Es más que un sistema de medición táctico u operativo. Las empresas
innovadoras lo utilizan como “Sistema para el control de Gestión Estratégica” con la
finalidad de gestionar sus estrategias a largo plazo.
Dentro de este contexto, para Franklin (2005), el verdadero poder del Cuadro de
Mando Integral aparece cuando se transforma de un sistema de indicadores en un
sistema de gestión utilizado para:
- Comunicar y vincular los objetivos e indicadores estratégicos.
- Realizar revisiones estratégicas periódicas y sistemáticas.
- Vincular los objetivos estratégicos con los objetivos a largo plazo y los
presupuestos anuales y alinear las iniciativas estratégicas.
- Aumentar el feedback y formación estratégica.
En resumen, El Cuadro de Mando Integral proporcionan un marco para
considerar la estrategia utilizada en el proceso de creación de valor; conservando la
medición financiera como un resumen crítico de la actuación gerencial, pero realza
un conjunto de mediciones más generales e integradas, que vinculan al cliente
actual, los procesos internos, y el aprendizaje y crecimiento de los trabajadores y la
organización en general. Lo anteriormente planteado se resume, de acuerdo a
Kaplan y Norton (2004), en un conjunto de perspectivas, las cuales se describen a
continuación.
La perspectiva financiera: Está formada por un conjunto de objetivos financieros
que sirven de enfoque para los objetivos e indicadores en todas las demás
perspectivas del CMI. La estrategia de crecimiento, la rentabilidad, y el riesgo vista
desde la perspectiva del estado y la sociedad. Básicamente se trata de caracterizar
la organización desde dos puntos de vista: crecimiento y productividad, fuerzas que
pueden llegar a oponerse una a otra, por dedicar mayor esfuerzo a una que a la
otra.
Las finanzas representan el final del proceso de gestión por lo que es esta
perspectiva la que revela el resultado final de dicha gestión. De ser bueno ese
resultado, representa además una invitación para los accionistas de la organización
o, en el caso cubano, para el estado y la sociedad a asumir riesgos en ella. Es una
de las dos perspectivas que se enfocan hacia fuera de la organización.
Perspectiva del cliente: En ella las organizaciones se plantean segmentos de
clientes y de mercados por los que han decidido competir o les toca satisfacer. Se
enfoca hacia la satisfacción, fidelidad, retención, adquisición, rentabilidad de los
segmentos que ha decidido atender.
Para Kaplan y Norton (2004), se ha observado un conjunto común de atributos,
que organizan la propuesta de valor en la mayoría de los sectores: los atributos del
producto o servicio (funcionalidad, tiempo, calidad, precio, entre otros) y la relación
con los clientes (calidad de la experiencia de compras y relaciones personales, la
imagen así como el prestigio).
La perspectiva del proceso interno: Los directivos identifican los procesos más
críticos a la hora de conseguir los objetivos. A través de indicadores que permitan
evaluar la capacidad de la organización para emplear sus recursos y obtener
resultados, en otras palabras, ser eficientes y eficaces. En este sentido, la
perspectiva de los procesos interna genera una gran cantidad de información
decisiva para el cumplimiento de la misión.
Según Kaplan y Norton (2004), esta perspectiva permite identificar en su
totalidad los nuevos procesos en los que la organización ha de sobresalir con
excelencia. Indicadores de tiempo, calidad y costos son muy empleados en esta
perspectiva.
La perspectiva de aprendizaje y crecimiento: Esta última perspectiva desarrolla
indicadores para impulsar el aprendizaje y el crecimiento de la organización. Por
cuanto, las empresas deben invertir y potenciar también su infraestructura: personal,
sistemas, procedimientos, tecnologías, motivación, si es que desean alcanzar
objetivos en el largo plazo y, crear un clima de apoyo al cambio, la innovación así
como el crecimiento de la organización.
Dentro de este contexto, se relevante señalar que el objetivo de cualquier
sistema de medición debe ser orientar y motivar a todos, directivos y subordinados,
para que pongan en práctica con éxito la estrategia seleccionada.
Aquellas empresas que pueden traspasar su estrategia a sus sistemas de
información son mucho más capaces de ejecutarla porque pueden comunicar sus
objetivos y metas, de lo que puede inferirse que los indicadores, en su interrelación,
están informando sobre la estrategia. De aquí que la relación entre los diferentes
indicadores del cuadro de mando representan una línea de acción sobre la cual
debe trabajar la organización. De esta forma, se establecen relaciones causa-efecto
entre los distintos indicadores y sus perspectivas.
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