Bolívar, Haydee
Universidad Central de Venezuela
haycobolivar@yahoo.com
Recepción: 12-11-2010 Revisión: 07-01-2011 Aceptación: 20-01-2011
El presente artículo aborda el tema del desarrollo sostenible desde la evolución histórica del concepto y de la agricultura sostenible, como base del desarrollo regional y local. Se enfatiza la participación del Estado en el cambio del modelo productivo. Como aspecto central se indican los pasos metodológicos para la evaluación de la sostenibilidad de los sistemas de producción agrícola; con el fin de medir el nivel de desarrollo comparando su desempeño actual con el desempeño deseable, con atención en las áreas o dimensiones siguientes: social, económica, medioambiental e institucional, utilizando los principios básicos del desarrollo sostenible, criterios de diagnóstico, indicadores y medios de verificación, aspectos que permiten comparar resultados a lo largo del tiempo. La integración de los indicadores de sostenibilidad conduce a la supervisión de planes y programas sociales, económicos e institucionales, contribuyendo a orientar sobre políticas, estrategias, acciones, y la toma de decisiones en procura del desarrollo sostenible.
Palabras clave: Desarrollo sostenible, Indicadores, Evaluación, Sostenibilidad, Sistema agrícola.
This article addresses the issue of sustainable development from the historical evolution of the concept and sustainable agriculture as the foundation for regional and local development. The participation of the State in exchange for the production model. As a central point indicates the methodological steps for assessing the sustainability of agricultural production systems in order to measure the level of development by comparing their performance with the desired performance, focusing on the areas or dimensions: social, economic, environmental and institutional, using the basic principles of sustainable development, diagnostic criteria, indicators and means of verification, which compare results over time. The integration of sustainability indicators leads to plans and monitoring of social, economic and institutional, helping to guide policies, strategies, actions and decisions in pursuit of sustainable development.
Key words: Sustainable development indicators, Assessment, Sustainability, Farming system.
La investigación que fundamenta este artículo se enmarca en la evaluación de
sostenibilidad, utilizando criterios de diagnóstico, principios e indicadores de evaluación e
indicadores dentro los sistemas de producción agrícola, asumiendo su implicancia
estratégica en la construcción de un desarrollo sostenible.
Estos sistemas se consideran como unidades críticas de análisis, por lo que un enfoque
en esa dirección, contempla las pautas comunes metodológicas para construir indicadores
de las empresas agropecuarias, integrando todas sus componentes (Scoponi, 2004).
En los últimos años ha surgido un gran interés en buscar mecanismos que permitan
evaluar la sostenibilidad de los sistemas productivos. Sin embargo, en la práctica esto ha
quedado relegado a la declarativa y no se ha hecho operativo el término, además, existen
muy pocos intentos serios para medirla (Harold y otros, 2006).
La evaluación de la sostenibilidad de los sistemas de producción agrícolas mediante el
uso de una metodología y uso de indicadores, permite observar claras tendencias en el
desarrollo de los sistemas productivos. La utilidad y uso de este procedimiento
metodológico se basa en la detección de puntos críticos de la sostenibilidad, establecer
sus causas y proponer soluciones a mediano plazo.
El artículo ha sido estructurado de la siguiente manera: en primer lugar, se aborda la
definición y alcance del desarrollo sostenible; un segundo aspecto trata sobre la
sostenibilidad de la agricultura, como base del desarrollo regional y local; posteriormente,
el punto 3, explica en forma breve las características de los sistemas de producción
agrícolas; en el aparte 4 se hace referencia al papel que desempeña el Estado en las
políticas agrícolas de tenencia de tierras y desarrollo de la actividad agraria.
Finalmente, el punto 5 describe en forma didáctica los pasos metodológicos para la
evaluación de la sostenibilidad de los sistemas productivos, mediante el uso de principios,
criterios de diagnóstico, indicadores y medios de verificación; con el fin de medir las
acciones estratégicas, y cuyo valor cualitativo o cuantitativo permite comparar resultados
a lo largo del tiempo, orientando a la vez sobre las políticas, estrategias, acciones y en la
toma de decisiones en esta área. Además, se presentan algunas consideraciones finales
a manera de conclusiones.
El informe presentado por la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo a Naciones Unidas de la Comisión Brundtland definió el desarrollo sostenible como "el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades" (Organización de Naciones Unidas, 1987). La FAO (Food and Agriculture Organization of the United Nations) define el desarrollo sustentable como:
“El manejo y conservación de la base de recursos naturales, y la orientación de los cambios tecnológicos e institucionales, de manera que garantice la satisfacción de las necesidades humanas para las generaciones presentes y futuras, ahora y en el futuro. Este desarrollo sustentable, en los sectores de la agricultura, la silvicultura y la pesca, conserva los recursos de la tierra, el agua, plantas y animales, no degrada el medio ambiente, es técnicamente apropiado, económicamente viable y socialmente aceptable”1 (Organización de Naciones Unidas, 1991).
De esta definición pueden derivar al menos dos conclusiones centrales para el tratamiento
de la cuestión, (a) el desarrollo sustentable tiene sentido en la medida que satisface las
necesidades de las personas; (b) si las necesidades de las generaciones presentes no son
satisfechas, no habrá legado ni generaciones futuras, o será para muy pocos.
La Declaración de Río de 1992 asumió la citada definición e incorporó un conjunto de
principios asociando la sostenibilidad a un nuevo modelo de desarrollo y, por lo tanto,
centro de las políticas2 (Organización de Naciones Unidas, 1992).
El desarrollo sostenible implica dos ideas principales sobre las que existe un amplio
consenso:
La agricultura sostenible generalmente se refiere a un modo de agricultura que intenta
proporcionar rendimientos sostenidos a largo plazo, mediante el uso de tecnologías
ecológicas de manejo. Esto requiere que el sistema agrícola sea considerado como un
ecosistema debido a que la agricultura, bajo un razonamiento lógico, no está orientada
hacia la búsqueda de altos rendimientos de un producto en particular, sino a la
optimización del sistema como un todo (Thrupp, 1996).
La adopción de una agricultura sostenible por parte de los productores envuelve el uso
de técnicas de mejoramiento genético, niveles apropiados de fertilizantes y químicos, un
buen entendimiento de la naturaleza, de la interacción entre fertilizantes, pesticidas, y
rotaciones de cultivo, y cómo estas interacciones influyen en los rendimientos y en el
ingreso del productor (Lowrance y Groffman, 1988).
Estos modernos métodos de producción han reducido costos y han aumentado la
variedad de alimentos disponibles. Sin embargo, es necesario aplicar un enfoque
sistemático para identificar en cada punto del proceso productivo, los principales
problemas que se puedan presentar y establecer los correctivos y soluciones.
La agricultura venezolana se caracteriza por su heterogeneidad en cuanto a clima y
suelo se refiere (componente agroecológico) y por el bajo nivel socioeconómico y cultural
de la mayoría de los productores, de manera que el proceso de intervención para el
mejoramiento de los sistemas de producción requiere un conocimiento integral de los
aspectos técnicos, económicos y sociales.
Estos son necesarios para buscar las alternativas de producción que hagan al sistema
lo más eficiente y estable en el tiempo; con el fin de disminuir los efectos negativos del
entorno y extraentorno a los cuales está expuesto.
El aspecto anterior conduce al estudio de los sistemas de producción agrícola en
forma integral para conocer, comprender, explicar e intervenir los complejos fenómenos
agrícolas hacia un mejoramiento adecuado en función de la introducción y adaptación de
cambios tecnológicos con base a su racionalidad económica (Castillo, 1991; Hart, 1979;
Paulette, 1977).
La estrategia de desarrollo se basa en un reconocimiento de los aspectos físicos,
biológicos y socioeconómicos y la tipificación viene a ser la agrupación de unidades de
producción con características comunes e igual capacidad de desarrollo, evolución y
adaptación (Barrios, 1987; Cobos y Góngora, 1977; Gómez, 1991; Saravia, 1983).
En los artículos 128, 310 y 326 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela se compromete a propiciar un desarrollo sustentable (Asamblea Nacional
Constituyente, 1999); y en la Ley Orgánica del Ambiente se define el desarrollo
sustentable como:
“Un proceso de cambio continuo y equitativo para lograr el máximo bienestar
social, mediante el cual se procura el desarrollo integral, con fundamento en
medidas apropiadas para la conservación de los recursos naturales y el equilibrio
ecológico, satisfaciendo las necesidades de las generaciones presentes sin
comprometer las generaciones futuras” (Asamblea Nacional de la República
Bolivariana de Venezuela, 2006).
Han existido algunas iniciativas que en la búsqueda por promover un desarrollo más
sostenible han logrado buenos e interesantes resultados, tanto a nivel de políticas
públicas como de proyectos, participando en el diseño y ejecución de dichas acciones
instituciones de gobierno (regional, nacional y local) organizaciones no gubernamentales,
universidades y empresas privadas de varios sectores de la economía.
Sin embargo, esto no ha sido suficiente para avanzar de manera decisiva hacia el
desarrollo sostenible en Venezuela. De allí la necesidad de impulsar un intercambio que
ayude a promover el mejor y más armónico desarrollo para el país en las dimensiones:
social, ambiental y económico.
Los sistemas agrícolas son ecosistemas que presentan recursos básicos, pautas
empresariales, medios familiares de sustento y limitaciones en general similares, a los
cuales corresponderían estrategias de desarrollo e intervenciones parecidas. Para
modificar estos ecosistemas el hombre utiliza los factores de producción, constituidos por:
la fuerza de trabajo, la tierra, el capital. Pero el clima, los suelos, la tenencia de la tierra, la
tecnología existente, evidentemente tienen su influencia en la forma como el hombre
organiza la producción agrícola (Gavilán, 2006).
De acuerdo con Fernández (2002), un sistema productivo “es el conjunto de
características estructurales que configuran el proceso de transformación de una
organización. Es la consecuencia de las decisiones relativas al área de fabricación que se
han tomado como consecuencia de explotar ciertas actividades”.
Existen diversos sistemas productivos y la elección del mismo depende de múltiples
aspectos, tales como: el tamaño de mercado, las estrategias de la empresa, el dinamismo
tecnológico del sector, las condiciones agroecológicas, las etapas del ciclo de vida del
producto y del proceso, entre otros.
Una de las características fundamentales de los sistemas de producción es el efecto
de estos en el mejoramiento o mantenimiento de las propiedades beneficiosas del suelo y
ambiente, y de la producción o productividad de los sistemas. Este aspecto es de
particular importancia a considerar en el desarrollo de mecanismos de evaluación de
sustentabilidad de sistemas de producción ya que garantizaría la evaluación integral del
sistema suelo-ambiente-sistema de producción (Sánchez, 1982).
En Venezuela, actualmente coexisten dos sistemas de producción agrícola, que son
radicalmente opuestos en cuanto a sus características y niveles de producción: un
sistema tradicional que hace uso extensivo de la tierra y, otro moderno cuyo uso de la
tierra es intensivo, además de hallarse altamente tecnificado. A continuación se señalan
sus características:
El papel del Estado es garantizar al productor agropecuario una estructura de tenencia
de la tierra que permita dotar de servicios básicos a los asentamientos y un plan integral
de desarrollo que genere expectativas de progreso para el pequeño y mediano productor.
Su rol es irremplazable para impulsar programas de reforma agraria.
De allí que la política estadal esté dirigida, en una primera etapa, a disminuir los
desequilibrios territoriales, modificando el patrón de poblamiento tradicional, con el fin de
consolidar una actividad productiva y económica armónica y diversificada a lo largo y
ancho del país. El nuevo ordenamiento jurídico que se desarrolló a partir de la
Constitución de 1999, planteó como mandato una "justa distribución de la riqueza y una
planificación estratégica, democrática y participativa en cuanto a la tenencia de tierras y
desarrollo de toda actividad agraria".
Por lo tanto se entiende que, el Estado debe prestar mayor apoyo político y financiero
a las instituciones públicas o privadas, que producen y difunden conocimientos (facultades
y escuelas agrotécnicas, organismos de investigación, servicios de asistencia técnica
extensión rural), dado a su importancia estratégica en la generación y difusión de
innovaciones y en la formación y capacitación de recursos humanos que permitan integrar
las actividades de transferencia de tecnología con las de investigación.
Induciendo con esto la comunicación activa entre técnicos y productores, mediante la
dinámica de grupos, reuniones de motivación, charlas, jornadas de reflexión, talleres de
trabajo, días de campo, entre otras.
Sin embargo, estas instituciones deben someterse a una profunda reingeniería de
eficiencia, para que se vuelvan mucho más funcionales y demuestren su real capacidad
de ofrecer soluciones concretas a los problemas de los agricultores, con mayor
efectividad, logrando los cambios de actitud y de conducta para acelerar la adopción y uso
continuado de las prácticas tecnológicas.
El procedimiento metodológico se basa en la construcción de un modelo de
evaluación que integre el proceso de planeación estratégica en tres etapas: formulación,
implementación y evaluación. Cada etapa interactúa con las otras dos en forma dinámica
y cada una representa una parte importante del proceso.
Para la planeación estratégica del diseño teórico metodológico se procede a generar
una matriz de sostenibilidad por áreas o dimensiones de evaluación con criterios de
diagnóstico y el diseño de un conjunto amplio de indicadores de sostenibilidad, que resulta
esencial para evaluar el nivel de desarrollo sostenible de los sistemas productivos agrícolas.
Estos indicadores permiten conocer de manera particularizada, las necesidades de
manejo de cada sistema, con miras a mantener o mejorar la productividad, reducir riesgos
e incertidumbre, aumentar los servicios ecológicos y socioeconómicos, proteger la base
de recursos y prevenir la degradación de suelos, agua y biodiversidad, sin disminuir la
viabilidad económica del sistema (Altieri, 1997).
Los indicadores se pueden definir como medidas en el tiempo de las variables de un
sistema que nos dan información sobre las tendencias de éste, sobre aspectos concretos
que requiere analizar, y sirven para la identificación de aquellas fuerzas que contribuyen
hacia el mejoramiento o la degradación de las condiciones económicas, sociales y
ambientales, permitiendo establecer metas precisas para acciones futuras, para que, a su
vez, los gobiernos y la sociedad civil evalúen avances en sus acciones (Antequera y
González, 2005).
Un indicador es un signo, típicamente medible, que puede reflejar una característica
cuantitativa o cualitativa, y que es importante para hacer juicios sobre condiciones del
sistema actual, pasado o hacia el futuro. La formación de un juicio o decisión se facilita
comparando las condiciones existentes con un estándar o meta (Quiroga, 2001)3.
La determinación y construcción de estos indicadores debe partir del supuesto de que
se realice un concienzudo esfuerzo de recopilación de información confiable, mediante
fuentes primarias y secundarias de información.
Para la recolección de información primaria se emplea la técnica de la encuesta. Se
determina el tamaño de una muestra del sistema productivo a evaluar, con base en el
modelo de muestreo seleccionado (Scheaffer y otros, 1987).
De acuerdo a Claverias (2000), en la construcción de indicadores se debe partir de
las necesidades y problemas de los productores, así como de los proyectos y acciones
que proponen las instituciones interesadas en la promoción del desarrollo. Sobre esta
base se elabora un marco conceptual, luego los conceptos o las definiciones más
importantes de ese marco conceptual que recogen los intereses y las perspectivas de
los actores sociales se descomponen en variables y éstas en indicadores observables,
medibles o calificables.
El desarrollo agrícola involucra la administración de varios recursos adicionales al
sistema productivo, y afecta aspectos de la vida social humana que van mucho más allá
del mero aumento de la producción (Gliessman, 1998; Toledo, 2007).
Es por esta razón que la generación de propuestas de desarrollo agrícola sostenible
no debe omitir la interrelación que existe en las cuatro áreas fundamentales que afectan
tal desarrollo (social, medioambiental, económico y político-institucional).
De este modo, el manejo agroecológico de un sistema agrícola aspira, entre otros,
lograr la diversificación espacial y temporal del cultivo, la integración entre la producción
animal y vegetal, y el mantenimiento de los recursos naturales optimizando el uso agrícola
de los mismos (Altieri y Nicholls, 2000).
Para lograr estos objetivos es necesaria la diagnosis sistémica del agroecosistema.
Luego, para describir y evaluar el grado de sustentabilidad de un sistema agrícola, se
requiere identificar las limitaciones que afectan su funcionamiento y las causas que
generan estas limitaciones, también es indispensable identificar las potencialidades.
Con ello se logran determinar áreas prioritarias de investigación y se pueden hacer
propuestas de solución acordes con las necesidades reales de los productores de cada
localidad (Masera y otros, 1999).
Al tratar el desarrollo sostenible con un enfoque integrado, se utiliza un marco
conceptual integrado de indicadores que considere las cuatro dimensiones básicas de la
sostenibilidad: socio-cultural, económico, medioambiental, político-institucional.
Sin embargo, cabe resaltar que las interacciones entre componentes de diferentes
dimensiones pueden, en determinado momento y circunstancia, ser tan importantes como
los componentes principales de una dimensión señalada.
1. Dimensión social: considera el acceso equitativo a los bienes de la naturaleza,
tanto en términos intergeneracionales como intrageneracionales entre géneros y entre
culturas, educación, productores y su grupo familiar.
También a escala del individuo, para atender a las necesidades básicas, que potencie
la ocupación del campo y el desarrollo rural, que sea compatible con la preservación de la
diversidad cultural, fomentando la equidad social del sistema (Sarandón, 2002). En efecto,
son precisamente estas relaciones las que determinan, en buena medida, el grado de
acceso a las diversas formas del poder político, regional y local.
2. Dimensión medioambiental: considera aquellos aspectos que tienen que ver con
preservar y potenciar la diversidad y complejidad de los ecosistemas, su productividad, los
ciclos naturales y la biodiversidad (Riechmann, 1995).
3. Dimensión económica: incluye a todo el conjunto de actividades humanas
relacionadas con la producción, distribución y consumo de bienes y servicios, es decir,
qué tan eficiente es la combinación de los recursos tierra, trabajo y capital. Incluye por lo
tanto, todas las actividades relacionadas a la producción, costos, ingresos, beneficios,
entre otros, de las empresas agrícolas a medio y largo plazo.
Cada vez más las empresas asumen que para mantener la rentabilidad económica de
sus actividades productivas es necesario contemplar nuevos conceptos de riesgo y de
oportunidad, asociados a los aspectos medioambientales y al impacto social de la
producción o a la calidad de las relaciones laborales, entre otras cuestiones (Valentín,
2002).
4. Dimensión político-institucional: cobra particular interés en el proceso de
democratización y participación ciudadana. En efecto, el principio que la sustenta es que
la democracia viabiliza la reorientación del camino del desarrollo y, por lo tanto, la
reasignación de recursos hacia diferentes actividades y grupos sociales.
En esta dimensión se considera la estructura y el funcionamiento del sistema
político, sea nacional, regional o local; asimismo, es el nicho donde se negocian
posiciones y se toman decisiones sobre el rumbo que se desea impartir al proceso de
desarrollo. Por otro lado, se cimenta en un sistema institucional público que debe
responder a las características del sendero de desarrollo escogido (Sepúlveda y otros,
2002).
Las evaluaciones en estas dimensiones se realizan a través de criterios diagnósticos
que permiten construir indicadores del estado del sistema (Masera y otros, 1999). Se han
propuesto diversos métodos de diagnóstico que se utilizan en la actualidad en varios
países latinoamericanos, siendo uno de los más exitosos el método MESMIS (Marco para
la Evaluación de Sistemas de Manejo de recursos naturales mediante Indicadores de
Sustentabilidad) (Masera y otros, 1999).
De forma esquemática, MESMIS demanda seguir los siguientes pasos de manera
recursiva (Astier, 2007):
La formulación y construcción de los indicadores es parte de un proceso de
planificación basado en un marco teórico de desarrollo que empieza por priorizar las
necesidades y problemas de forma participativa con los productores, para luego definir los
objetivos, proyectos y actividades de intervención institucional y continuar con el
monitoreo y evaluación de los cambios producidos por la experiencia.
Los indicadores no son únicamente útiles para la valoración de situaciones o
decisiones, pueden desempeñar también una función activa en el mejoramiento de los
procesos de formulación, más comúnmente en lo que se refiere a la elaboración de
políticas y la planificación por parte de las autoridades, pero también en el diseño de
proyectos y estrategias por parte de los productores.
A tal efecto, se debe partir primero de las necesidades y problemas de los
agricultores, así como de los proyectos y acciones que proponen las instituciones
interesadas en la promoción del desarrollo, teniendo en cuenta los objetivos de la
institución, de los productores y de la sociedad global (Ver figura 1).
Sobre esta base se elabora un marco conceptual, las hipótesis, supuestos o
preguntas. Luego, los conceptos o las definiciones más importantes de ese marco
conceptual que recogen los intereses y las perspectivas de los actores sociales, se
descomponen en dimensiones o categorías de análisis, en variables y éstas en
indicadores observables, medibles o calificables.
Figura 1. Objetivos de la Institución y de los productores en la construcción de indicadores
Los objetivos deben estar enmarcados dentro de la definición y los conceptos que
propone la sociedad (los productores, la institución y la sociedad global) y expresan lo que
se quiere acerca del desarrollo rural sostenible. Es decir, se vuelve a la teoría, pero con
una intencionalidad práctica porque se han recogido los intereses y la voluntad de los
actores sociales, los cuales son ahora explicados conceptualmente, en forma de hipótesis
(que implica también uso de la teoría).
La evaluación debe basarse en una matriz de indicadores, así como en los
responsables y en el presupuesto adecuado para levantar la información correspondiente,
crear la base de datos, analizarlos y sistematizar los resultados que son producto de las
metas de las actividades de un proyecto determinado.
Adicionalmente, otro de los componentes importantes contenidos en el modelo es el
sistema jerárquico para evaluar el desarrollo sostenible, el cual comprende cuatro niveles,
a saber: (a) principios del desarrollo sostenible; (b) criterios del desarrollo sostenible; (c)
indicadores derivados de los criterios; y, (d) verificadores para medir las acciones
estratégicas y cuyo valor cualitativo o cuantitativo permite comparar resultados a lo largo
del tiempo.
El siguiente paso consiste en identificar los principios, criterios, indicadores y
verificadores que abarcan las áreas temáticas de evaluación: sociocultural,
medioambiental, socioeconómico y político-institucional. Cada una de esas áreas tiene
sus propios principios de sostenibilidad, al igual que cada principio posee sus propios
criterios, cada uno de ellos con sus indicadores y, por último, sus verificadores
correspondientes.
Para cada principio se definen una serie de criterios, indicadores y verificadores, que
permiten realizar mediciones confiables para valorar el desarrollo sostenible (Ver figura 2).
Figura 2. Sistema jerárquico para la evaluación estratégica del desarrollo sostenible
Un principio constituye el marco del desarrollo sostenible. Es una verdad o ley
fundamental como base del razonamiento o la acción y sustenta los criterios, indicadores
y verificadores establecidos (Prabhu y otros, 1999). El sistema jerárquico del modelo de
evaluación comprende los siguientes principios básicos de sostenibilidad:
Principio 1: el respeto y cuidado de la vida de la comunidad favorece el desarrollo
sostenible. Es un principio ético. Significa que el desarrollo no debe estar a expensas de
otros grupos externos que no tienen relación con la vida de la comunidad.
Principio 2: la calidad de vida humana se sustenta en el desarrollo armónico de las
personas, los recursos naturales y el medio ambiente. Para lo que realmente debe servir
el desarrollo es para mejorar la calidad de vida humana. El crecimiento económico es un
componente importante del desarrollo, pero no puede ser una meta en sí mismo.
Principio 3: la conservación y protección de la biodiversidad y el medio ambiente
favorecen el desarrollo sostenible. El desarrollo basado en la conservación debe incluir
una acción deliberada para proteger la estructura, funciones y diversidad de los
ecosistemas, así como el medio ambiente.
Principio 4: el manejo del ecosistema forestal debe hacerse dentro de los límites de su
capacidad. Los límites varían de uno a otro ecosistema. Las políticas deben buscar un
equilibrio entre el volumen de población y su modo de vida, y la capacidad del
conseguir bienes y servicios de calidad de forma sostenible.
Principio 5: la cultura de la comunidad debe estar acorde con el desarrollo sostenible.
La comunidad debe promover valores que apoyen la nueva ética y eliminar aquellos que
son incompatibles con una forma de vida sostenible.
Principio 6: la autogestión y pertinencia comunitaria es fundamental para el desarrollo
sostenible. Las comunidades adecuadamente motivadas, comprometidas,
responsabilizadas e informadas pueden y deben contribuir a las decisiones que les
afectan y cumplen una función esencial en el logro del desarrollo sostenible.
Para la construcción y determinación de los indicadores de sostenibilidad es necesario
establecer una escala de evaluación con el objeto de medir el valor real de sostenibilidad,
con arreglo a una escala de valores previamente establecida, definiendo condiciones
máximas y mínimas y teniendo en cuenta las características y particularidades de la zona,
la definición de cada indicador y el lenguaje de fácil comprensión para los actores
involucrados, que permita definir prioridades en los niveles de decisión.
Utilizando la estructura que se ha descrito, se mide el nivel de desarrollo alcanzado
del sistema productivo, comparando su desempeño con el desempeño deseable. Para
evaluar el nivel de desarrollo sostenible se utilizan fuentes primarias y secundarias de
información. En todo el proceso de adopción de decisiones del estudio se sigue una
estrategia participativa.
El sistema se elabora en un proceso de colaboración entre los productores y un
equipo multidisciplinario de investigadores y expertos en el área. Para la recolección de
información primaria se emplea la técnica de la encuesta con el fin de caracterizar los
aspectos socioeconómicos, culturales y de autogestión de los diferentes sectores
relacionados con el desarrollo en la zona del programa en estudio.
Se determina el tamaño de una muestra, se diseña el cuestionario para recoger datos
sobre cada uno de los verificadores de los principios y dimensiones socioeconómicos
mediante entrevistas personales. Se analizan los aspectos medioambientales a través de
las estaciones meteorológicas, así como de los aspectos político-institucionales mediante
un referencial histórico y actual en la zona a nivel local y regional y se elabora un
cuestionario que comprenda cada uno de los verificadores de los principios bajo estudio.
Una vez realizadas las encuestas y revisadas las fuentes secundarias, se diseña en
Excel una base de datos donde se ordena, tabula, procesa y analiza la información de las
variables cualitativas y cuantitativas bajo estudio, utilizando los valores promedios, rangos
de variación, porcentajes, entre otros.
Posteriormente, se procede a calificar la contribución real de cada verificador,
indicador, criterio y principio en función de su contribución al desarrollo sostenible. Para la
escala de evaluación se recomienda utilizar los datos en términos porcentuales (0 –
100%) o en cantidades y valores monetarios constantes, ya que ello es de suma
importancia para que los indicadores sean comparables entre sí.
Se establecen las categorías, como por ejemplo, para un sistema productivo de una
región bajo estudio, una contribución del 85% al 100% se puede considerar como óptima;
del 75% al 85%, puede ser buena; del 60% al 75% regular; del 45% al 60% escasa; y una
contribución inferior al 45% se puede catalogar como indicación de que no ha existido
desarrollo.
Una vez obtenidos los valores para cada indicador por cada criterio de diagnóstico y
dimensión de evaluación, se calculan los valores por categoría y el índice integrado de
sostenibilidad. Se hace necesario establecer una comparación entre el desarrollo
deseable y el real para determinar el nivel de desarrollo en cada una de las categorías
antes mencionadas.
Para este aspecto, se utilizan técnicas gráficas, como por ejemplo: el diagrama tipo
ameba o estrella, el cual permite observar de manera rápida en conjunto los indicadores
escogidos para evaluar la sostenibilidad del sistema productivo agrícola bajo estudio.
Finalmente, se define el nivel de desarrollo sostenible, apoyándose en la escala de
evaluación y se establece un perfil de desarrollo sostenible sobre la base de la
comparación de la situación real y la situación ideal en cada una de las áreas temáticas
sustantivas: sociocultural, medio ambiente y socioeconomía, y sus correspondientes
principios de sostenibilidad.
La metodología de indicadores de sostenibilidad basada en un sistema jerárquico de
evaluación de sistemas productivos constituye una base muy importante para la
evaluación estratégica del desarrollo sostenible, por cuanto se analiza la situación
socioeconómica, ecológica e institucional.
Esto, mediante el diseño del modelo de evaluación y el sistema de evaluación
estratégica, con la aplicación de ponderaciones ideales y reales de indicadores a los
principios, criterios y verificadores de la sostenibilidad, definidos mediante encuestas y
amplio proceso participativo de la comunidad y de instituciones relacionadas con el
desarrollo de las comunidades.
La metodología descrita permite variaciones según sea el interés del análisis pudiendo
ser adaptada al análisis de diversos procesos o unidades de análisis. Es posible modificar
los indicadores (por dimensión) y las propiedades.
La implementación y uso de esta metodología permite establecer compromisos por
parte de la población local, hacia el logro de un mayor nivel de responsabilidad y
participación en la ejecución de proyectos de desarrollo sostenible; siendo de mucha
utilidad, ya que ofrece una amplia gama de posibilidades que van desde rangos
nacionales, pasando por regionales o sectoriales, hasta análisis municipales o de finca.
Los resultados que se pueden alcanzar en los indicadores de sostenibilidad, ponen de
manifiesto el grado o nivel de progreso hacia el desarrollo sostenible, y partiendo de
estos, hacia otros momentos o períodos de la evaluación, se podrán establecer
comparaciones y determinar nuevas actuaciones estratégicas con miras a conseguir el
desarrollo sostenible en el futuro.
A continuación se señalan algunas acciones que permiten orientar hacia el desarrollo
sostenible: (a) producción y desarrollo: asistencia compartida a los procesos productivos
conjuntamente con aquellos agricultores que han avanzado en el desarrollo y aplicación
de prácticas agroecológicas, (b) socialización de Saberes: corresponde al dictado de
cursos y la aplicación práctica de los conocimientos adquiridos, colectiva e
individualmente, por las propias comunidades locales, estimulando la autogestión y el
vínculo directo entre los productores y consumidores. (c) investigación: el esfuerzo en
esta área se orienta a sistematizar las iniciativas, experiencias y, en general, las
tecnologías alternativas que emprenden los productores.
Los agricultores, al adquirir esta capacidad y ser autogestionarios, podrán adoptar en
forma eficiente, correcta e integral las medidas que los liberarán de la excesiva y muchas
veces innecesaria dependencia del Estado, como es el caso de priorizar la introducción
de insumos intelectuales en las fincas y comunidades, con el fin de que todos los
miembros de cada familia rural incrementen su productividad y desarrollen su capacidad y
voluntad de solucionar ellos mismos sus problemas tecnológicos, económicos y sociales.
La realización de esta investigación permitió concluir que el proceso metodológico de
construcción de indicadores, es un método adecuado para detectar puntos críticos de la
sostenibilidad, así como establecer sus causas y proponer soluciones a mediano y largo
plazo. Es conveniente propiciar experiencias nacionales, regionales y locales que
contribuyan a la consolidación de un sistema de indicadores para el desarrollo sostenible.
Los indicadores de sostenibilidad juegan un papel crucial en el desarrollo sostenible,
ya que permiten la supervisión de la sostenibilidad y el desarrollo de políticas; con el fin de
apreciar los distintos elementos que la componen: el ambiente, los recursos, los aspectos
sociales y económicos, en una manera integrada.
Además, constituyen importantes herramientas en la comunicación de la información
científica y técnica y pueden facilitar el acceso a dicha información a los diferentes grupos
de usuarios, y así transformar la información en acción, y en la formulación de estrategias
para la planificación y la formulación de políticas públicas, dando seguimiento a los planes
y programas de gobierno de las diferentes dependencias y a los diversos compromisos
internacionales.
Finalmente, se puede afirmar que la estrategia clave para fomentar el desarrollo
sostenible reside en mejorar los procesos de decisión y de gestión, necesarios para lograr
el equilibrio entre los aspectos sociales, medioambientales, económicos e institucionales,
los cuales deben incluir el llevar a la práctica las acciones que fomenten el crecimiento
económico con equidad.
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