Hernández, Yoleida
Ministerio de Poder Popular Para el Ambiente, Venezuela
yollena@email.com
Escorihuela, Alejandro
Universidad del Zulia, Venezuela
aescorihuela@hotmail.com
López, Danny
Universidad de la Guajira, Colombia
elturcolopez@hotmail.com
Recibido: 08/07/11 Revisado: 14/07/11 Aceptado: 22/07/11
El objetivo del presente artículo es realizar reflexiones sobre la negociación como herramienta para las estrategias de marketing ecológico, bajo la fundamentación teórica de Lorenzo (2002), Chamarro (2001), Cuadra (2003), Machín (2007), Calomarde (2000), entre otros. La metodología fue de tipo documental, bibliográfica, descriptiva, con revisión de páginas web. Dentro de las consideraciones finales, se destaca que a través de la negociación se logra el mejor desempeño ambiental de las organizaciones, con la participación de los actores relevantes de la sociedad, de manera de coadyuvar con la sustentabilidad del planeta.
Palabras clave: Negociación, Estrategia, Marketing ecológico.
The purpose of this article is to reflect on the negotiation as a tool for environmental marketing strategies, under the theoretical foundations of Lorenzo (2002), Chamarro (2001), Cuadra (2003), Machín (2007), Calomarde (2000), among others. The methodology was kind of documentary, bibliographic, descriptive, with a review of Web pages. In the final considerations, emphasizes that through the negotiation achieves the best environmental performance of organizations, with the participation of relevant actors in society, so as to contribute to the sustainability of the planet.
Key words: Negotiation, Strategies, Green marketing.
Actualmente existe la necesidad de que la humanidad coopere con su esfuerzo para la
conservación de todas las formas de vida que habitan el planeta tierra. En este sentido, el marketing ecológico se orienta a satisfacer esto pues se enfoca en la aplicación de
conocimientos, con el propósito de dar respuesta a las demandas de la sociedad de
manera responsable, rentable y sostenible, a fin de generar el menor impacto posible en
el medio ambiente; es un concepto que forma parte de la tendencia de las sociedades del
mundo, donde se busca dar solución a la inminente amenaza de autodestrucción que
condiciona el estilo de vida actual.
De esta forma, a consecuencia de la sensibilización ambiental que ha orientado a la
sociedad en las últimas décadas, el marketing como estrategia comunicacional ha sido
cuestionado al estimular a un consumo excesivo; de esta forma se puede decir que el
mercadeo asume un nuevo reto y entra en un escenario en el cual debe reexaminar sus
planteamientos, técnicas y objetivos para adecuarlos a la nueva realidad, satisfaciendo las
exigencias de la demanda colectiva, a su vez, reflexionando sobre los aspectos
medioambientales.
En el marco de dicha situación, una de las situaciones afrontadas por el marketing
ecológico, es la necesidad de solucionar los conflictos holísticos derivados de una
sociedad, que cada vez, más exige una gestión ambiental excelente, bajo un dinamismo
de negociación dialógica y altamente ética que se proyecte hacia la noción de desarrollo
sostenible.
Bajo estas consideraciones, el presente artículo pretende realizar una revisión teórica
relacionada con las temáticas del marketing ecológico, los conflictos para la defensa del
ambiente, preocupaciones de la sociedad en la negociación, mediaciones hacia la
valoración ecológica, así como negociar para lograr la excelencia medioambiental.
A través esto, se plantean enfoques de autores sobre este tópico, quiénes en líneas
generales coinciden que la sociedad está más sensibilizada en la búsqueda de solución a
los conflictos ambientales, los cuales en cierta manera deterioran su calidad de vida;
además expresan la importancia de desarrollar habilidades personales, para lograr una
negociación exitosa en el contexto ambiental.
De acuerdo a Lorenzo (2002), en los últimos años las empresas se desempeñan en
un nuevo escenario de competitividad, donde no sólo se enfrentan a una dimensión
económica y social, sino también a una exigencia ecológica. Dichas compañías, como
principales responsables directas o indirectas de los problemas ambientales, han tenido
que hacer frente a las presiones ejercidas por diferentes organizaciones y por una
sociedad civil cada vez más sensible al deterioro ambiental.
En este sentido, se perfila una nueva concepción de empresa, no solo como unidad de
producción, distribución de bienes y servicios requeridos por la sociedad, sino que debe
actuar conforme a una responsabilidad social, orientada en general en la preservación del
medio ambiente así como la racionalidad en el consumo de energía.
Según la autora, las actitudes de las empresas ante estos retos son de dos tipos:
reactiva y proactiva; en la primera de ella se niegan a aceptar las presiones o reaccionan
ante ellas cuando no les queda otro remedio, mientras que la segunda, las empresas
responden proactivamente, y se adelantan a las demandas de los “stakeholders” e
intentan buscar nuevas oportunidades en los retos que se les presentan.
Por otra parte, Chamorro (2001) expresa que la preocupación por el deterioro del
ambiente no es sólo una compleja tendencia social, es también un fenómeno de
marketing, el cual está dando lugar a la aparición de un nuevo segmento de consumidores
denominados “consumidores verdes o ecológicos”, entendido como aquel consumidor que
manifiesta su preocupación por el ambiente en su comportamiento de compra, buscando
productos que sean percibidos como de menor impacto sobre éste.
Asimismo, señala que la aparición de estos consumidores verdes, obliga a las
empresas a adoptar una nueva forma de entender el mercadeo: el marketing ecológico
(también denominado medioambiental, verde o comercialización sostenible).
Bajo la perspectiva ecológica, Pérez (2008) sostiene que el marketing ecológico no
busca comercializar productos ecológicos sacrificando las características necesarias para
dichos productos satisfagan las necesidades actuales del consumidor (precio, comodidad,
calidad, eficacia, etc.), sino que tiene una triple función: a) educar medioambientalmente a
los consumidores y demás grupos de interés, b) rediseñar el marketing mix para
incorporar el factor medioambiental, y c) crear una cultura organizativa basada en la
búsqueda continua de la mejora medioambiental de la empresa.
Para tal efecto, Chamorro (2001) indica que la mezcla de marketing ecológico, es el
conjunto de herramientas de mercadotecnia utilizadas por la empresa para satisfacer las
necesidades de los clientes, conseguir los objetivos en el mercado objetivo, generar el
mínimo impacto negativo al ecosistema. Asimismo, este mercadeo incluye, todo lo que la
empresa pueda hacer para influir en la demanda de un producto, considerando entre ellos
los instrumentos integrantes del marketing general, como los son: el Producto, Precio,
Promoción y la Distribución.
En referencia a esto, el último de los autores citados sostiene que el mercadeo debe
contribuir al desarrollo sostenible, diseñando ofertas comerciales que permitan satisfacer
las necesidades presentes de los consumidores, sin comprometer la capacidad de
integrar las necesidades futuras de ésta y las próximas generaciones. Para ello, el
mercadeo ecológico debe asumir como misión tres funciones: a) redirigir la elección de los
consumidores, b) reorientar el marketing mix de la empresa y c) reorganizar el
comportamiento de la empresa.
En líneas generales, se puede señalar que el marketing ecológico parte de la hipótesis
de que es posible conseguir al mismo tiempo la satisfacción de las necesidades de los
consumidores, la maximización de los beneficios de la empresa y la minimización de los
impactos negativos sobre el ambiente de la actividad de intercambio.
Asimismo, cabe señalar que este tipo de mercadeo surge como una repuesta ante la
problemática mundial relacionada con temas como la contaminación ambiental,
calentamiento global, catástrofes, entre otros tópicos que pretenden mostrar los conflictos
provocados por el mal uso de los recursos naturales por parte de los seres humanos; por
ello en la actualidad los aspectos ambientales son de gran relevancia para toda la
sociedad en general, quien cada día está más sensibilizada e interesada en lograr el
anegado desarrollo sostenible.
Los conflictos generalmente se asocian con situaciones negativas o no deseadas, los
cuales se tratan de evitar, evadir, ocultar o eliminar. Sin embargo, son situaciones de la
vida cotidiana que pueden ocurrir en el ámbito personal, familiar, comunal, municipal,
nacional e incluso internacional.
Según Cuadra (2003) existen dos enfoques principales que definen conflicto, uno de
ellos es el clásico o tradicional, ha prevalecido hasta los actuales momentos, catalogados
como destructivos, anómalos, violentos, que no se pueden resolver, alterando el orden;
mientras el segundo es un enfoque más reciente, conocido como interrelacional,
caracterizado como parte de la vida, que no siempre son violentos, son positivos,
constructivos, y pueden transformarse.
Dentro de este contexto, algunos autores como Folchi (2001) identifican varios tipos
de conflictos, entre los que se destacan, los latentes, intrapersonales, interpersonales,
organizacionales, sociales, internacionales y ambientales. Respecto a los conflictos
ambientales, el referido autor señala que se originan a partir de un impacto, daño, o
problema ambiental (todas estas expresiones usadas casi como sinónimos) que involucra
a dos actores cuyos intereses respecto de dichos impactos son contrapuestos.
Uno de estos actores genera el impacto (léase, persona o empresa) y su antagonista
(léase, una comunidad), sería quien se defiende de de esta situación. Es decir, no basta
que un actor provoque algún deterioro ambiental para originar un conflicto, sino es
necesario otro actor con conciencia de la ocurrencia de un daño ambiental en su entorno
y esté dispuesto a proteger el ambiente afectado.
De la reflexión anterior, sobre los conflictos ambientales, se puede señalar conlleva a
señalar que estos necesariamente no deben percibirse como negativos o malos, por
cuanto pueden representar la interacción productiva de la competencia de intereses y
valores en una sociedad dinámica y concientizada cada día sobre las cuestiones
ambientales, en particular al deterioro ambiental tanto en el ámbito local como mundial.
Sostiene Mc Phee (2010), que las situaciones problemáticas de contraposición de
intereses sobre la distribución de ciertos recursos naturales que se han convertido en
conflictos ambientales, son relativamente recientes como fenómenos específicos. La
aparición de los conflictos ambientales como asunto de atención pública mayor, debido a
la agudización del deterioro ambiental se puede explicar por la presencia de una mayor sensibilización social sobre sus impactos, irritación social específica y a la exigencia social
de respuestas, con amplias presiones, como parte de ese conflicto.
En términos generales, un conflicto ambiental puede tener las características de uno o
más de los tipos referidos anteriormente, aunque siempre prevalece uno de los cuatro
rasgos referenciados. Además, Mc Phee (2010) señala que todo conflicto ambiental surge
a partir de una contradicción que se comunica, de la negación de contenidos y
expectativas sociales.
Aunado a lo anteriormente planteado, Machín (2007) indica que el entorno empresarial
ha experimentado importantes cambios desde la aparición de un consumidor
ecológicamente responsable hasta el desarrollo de una estricta legislación
medioambiental, pasando por trabajadores, inversores y comunidades que tienen en
cuenta el comportamiento social y ecológico de la empresa.
En definitiva, se trata de un medio que exige a la empresa el diseño de sus objetivos
teniendo en cuenta una dimensión social y ecológica de la misma que complemente a su
dimensión económica. Es decir, de un modo u otro, se hace necesario tener presente que
el ambiente debe introducirse en el pensamiento estratégico al constituirse este como una
parte fundamental del entorno empresarial.
Según el citado autor, las empresas no han sido ajenas a la vertiginosa corriente
internacional en materia de protección y conservación del medio ambiente, han
intensificado sus esfuerzos por estrechar sus lazos, ha empezado a considerar el factor
medioambiental como un elemento más de competitividad y es indudable que se están
modificando los esquemas actuales para explorar y utilizar las ventajas potenciales que
este le reporta como respuesta lógica a las exigencias por incrementar su eficiencia
económica.
En ese orden de ideas, Lorenzo (2002) expresa que las empresas deben tener la
capacidad de pensamiento global de aprendizaje, adaptabilidad, flexibilidad, evolución,
autoregulación y autorganización para sobrevivir en el mercado. Bajo este enfoque, se
reduce la posibilidad de incurrir en los errores característicos de los mecanismos
tradicionales de gestión, basados en forma de pensar lineal - limitada, especialmente en
entornos tan complejos / cambiantes como los actuales.
A este respecto, Chamorro (2001) sostiene que la aparición de nuevos consumidores
preocupados no solo por la satisfacción de sus necesidades actuales sino también por la
protección del entorno natural, obliga a las empresas a adoptar una nueva forma de
entender el marketing, en particular el ecológico.
Éste es definido por Calomarde (2000), como un modo de concebir y ejecutar la
relación de intercambio, con la finalidad sea satisfactoria para las partes que en ella
intervienen la sociedad, así como el entorno natural, mediante el desarrollo, valoración y
promoción, por una de las partes de los bienes, servicios e ideas que la otra necesita, de
forma que ayudando a la conservación, mejora el ambiente, contribuyendo al desarrollo
sostenible de la economía como de la humanidad.
Partiendo de las consideraciones anteriores, se desprende que el aprendizaje en los
conflictos ambientales aportará elementos en la construcción de pensamiento ambiental
que nutre la trama de las resistencias, las acciones, las ideas y la praxis, fomentando la
construcción de nuevos imaginarios de lo colectivo como de lo vivo, basado en criterios de
negociación dialógica.
Asimismo, en ese proceso de aprendizaje, la empresa debe orientar su gestión hacia
la nueva relación de intercambio empresa-entorno natural “stakeholders” y las estrategias
que deben adoptar en el ámbito del marketing ecológico (producto, precio, comunicación,
distribución), y la sociedad como consumidor preocupado no debe interesarse sólo por la
satisfacción de sus necesidades actuales sino también por la protección del entorno
natural.
De acuerdo con Vyniamata (2007), la mediación es el proceso de comunicación entre
partes en conflictos con la ayuda de un mediador imparcial, que procurará que las
personas implicadas en una disputa puedan llegar, con ellos mismos o establecer un
acuerdo que permita recomponer la buena relación y dar acabado, o al menos mitigado el
conflicto, que actúe preventivamente o de cara a mejorar las relaciones con los demás.
En este orden de ideas, Machín (2007) expresa que la mediación ambiental se
implementa luego que el conflicto se ha generado, cuando la relación entre las partes se
ha deteriorado, o cuando existe un clima poco propicio para llegar a un acuerdo. Así
mismo, en la mediación, participa una tercera parte, que facilitará la relación y el acuerdo
entre las partes.
La mediación ambiental se basa en reconocer la importancia de la ecología, por parte
de los miembros de la organización, mediante la adopción de actividades previstas en
todos los procesos, con el fin de evitar los riesgos ambientales derivados de la operación.
Calomarde (2000) indaga: ¿Cómo valora la empresa los recursos que utiliza del medio
ambiente? La realidad es que si estos recursos se tuvieran que intercambiar, alcanzarían
valores que indicarían su escasez o abundancia.
Por su parte, Machín (2007) argumenta que los gestores en las empresas no poseen
medios para valorar el medio ambiente; lo que se hace es valorar los medios necesarios
para mantener el medio ambiente sin contaminar. Es importante que la empresa
desarrolle estrategias para aumentar los valores ecológico-sociales de sus trabajadores y
genere espacios para el intercambio de ideas ambientalistas entre su personal.
No obstante, el desarrollo de las referidas estrategias implica nuevos desafíos
conceptuales, metodológicos como los operativos en la construcción de conocimiento
sobre sistemas complejos y los cambios socio-ambientales, lo cual significa explorar los
lenguajes, valores, objetivos, individuales como colectivos, relaciones de poder que
definirán el abanico de posibles propuestas de operación a ser negociadas para la
intervención sostenible, cuáles son los actores implicados en el proceso de discusión, por
qué incluirlos y en qué condiciones (Munda, 2004).
Por lo anterior se puede deducir que es necesario preparar escenarios futuros de
negociación debido a los posibles conflictos sociales alrededor del acceso, y efectos por
la intervención de los recursos naturales debido a la operación de la organización,
agravados por la inequidad en la tenencia de la tierra y la alta disparidad socioeconómica.
En este sentido, se ha de considerar la constante interacción entre actores clave en
los procesos de aprendizaje social (Ridder y Pahl-Wostl, 2005), al reflexionar, escuchar,
discutir a través de prácticas relacionales las perspectivas mutuas. Estos ambientes de
aprendizaje son cruciales para la gobernanza de los sistemas socio ecológicos (Folke y
otros, 2005). Sin embargo, existe el riesgo de que las expectativas de las partes
involucradas se confronten, esto puede significar bloqueos del proceso de participación y
diálogo.
La negociación ambiental consiste en un conjunto de prácticas sobresalientes en la
gestión ambiental de una organización, y el logro de resultados basados en conceptos
fundamentales, que incluyen: la orientación hacia los resultados, al cliente, liderazgo,
perseverancia, procesos, hechos, implicación de las personas, mejora continua e
innovación, alianzas mutuamente beneficiosas y responsabilidad social.
De acuerdo a Roome (1992), la estrategia de excelencia medioambiental es propia de
aquellas empresas que buscan la excelencia empresarial. Bajo esta estrategia se
entiende, la gestión medioambiental es un ejercicio más de una buena administración del
negocio. La calidad gestionada no será total si se dejan sin considerar los medios
necesarios para diseñar y desarrollar productos y procesos limpios. Es decir que, desde
este punto de vista, los impactos negativos y las emisiones al medio ambiente son
defectos en la calidad similares a la desviación en las especificaciones en los productos.
Contaminación equivale a ineficiencia.
No obstante, las necesidades de la organización en llegar a la excelencia
medioambiental debe traducirse en la participación del personal de manera que se
contribuya al logro de las metas trazadas por la organización, de allí que los intereses que
lo rodean, exijan respuestas que singularice el interés, pero sin deformar el total de la
masa laboral (Etkin, 1993; Dalla, 1999).
De este modo, la excelencia medioambiental es una herramienta del desarrollo
sostenible convirtiéndose en un pilar fundamental hacia la transición desde la modernidad
hacia una posmodernidad caracterizada por cambios en los modos de producción y
consumo acompañados de la innovación tecnológica con fundamentos de sostenibilidad
ambiental, para lograr la competitividad económica. Sin embargo, debe ir acompañado de
procesos de negociación debido a los conflictos que pueden generarse en su aplicación.
En ese sentido, la negociación ambiental se convierte en una variable estratégica para
la dinamización del desarrollo, en tal contexto los conflictos pueden percibirse entre otras
cosas como una oportunidad de cambio (Kriegel y Patler, 1994), destacándose como la vía de solución del mismo, favoreciendo la comunicación y las prácticas discursivas y
simbólicas que aumentan los diálogos transformativos, a través de los cuales puede
emerger acciones significativas (Parra, 2004; Serma, 2000; Rees, 1999).
En los países en desarrollo tienen relevancia las metodologías alternativas de manejo
de conflictos relacionados con el ambiente. Cada vez más el medio ambiente y los
recursos naturales se convierten en un factor determinante del proceso de desarrollo.
Esto hace que aumente la importancia de los conflictos ambientales relacionados con el
uso de los recursos para los proyectos de desarrollo e inversión. Muchas veces estos
conflictos dificultan el proceso de desarrollo pretendido, tanto más teniendo en cuenta los
intereses en juego. De allí que la situación en los países esté marcada cada vez más por
conflictos agravantes en el área del medio ambiente (Hamacher, 1996).
Existen dos razones para pensar que los procedimientos alternativos de solución de
conflictos aumenten en los países en desarrollo: por un lado, se puede partir de la
premisa que los conflictos relacionados con cuestiones ambientales aumentan, y es poco
probable que las administraciones y las instancias judiciales existentes encuentren a ello
soluciones satisfactorias, porque de por sí están sobrecargadas de trabajo.
Todo esto hace que sea necesario buscar alternativas. Por otro lado, los procesos de
institucionalización que están en marcha, conjuntamente con la aplicación de
procedimientos de manejo de conflictos, acelerarán el retorno a las formas tradicionales
de superación de conflictos (Hamacher, 1996)
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