Fernández Baptista, Alejandro
Observatorio Venezolano de Ética y RSE, Venezuela
ajfb7@yahoo.com
Recibido: 29/11/11 Revisado: 19/01/12 Aceptado: 21/01/2012
El propósito de este articulo consistió en determinar la necesidad de establecer mecanismos o sistemas de gestión ética empresarial, para la administración del talento humano y de esta manera desarrollar el bien común en las organizaciones modernas, considerándose esto como un reto fundamental para las organizaciones del siglo XXI, trátese de empresas de propiedad privada, pública, sin fines de lucro, organizaciones no gubernamentales, debido a los cambios en los patrones de gerenciar las compañías a nivel mundial, referidos al auge de la ética y la responsabilidad social. La metodología que se utilizó fue de carácter documental y descriptivo, consultándose las teorías de Cortina y Martínez (2008), García (2009), Argandoña (2003), Guillen (2008) y Debeljuh (2009) en relación a la gestión ética; así como a Montuschi (2007) y De Aquino (1969) para la variable bien común; por último, se estudió a García (2003) en lo que a talento humano se refiere.
Palabras clave: Gestión ética, Talento humano, Bien común.
The purpose of this article was to determine the need to establish mechanisms or systems of business ethical management for the administration of human talent and thus develop the common good in modern organizations, considering this as a key challenge for the company of the 21st century, try enterprises owned by private, public, non-profit, nongovernmental organizations, due to changes in patterns of managing companies worldwide, referred to as far as the rise of ethics and social responsibility. The methodology that was used was of descriptive and documental character, by consulting the theories of Cortina and Martínez (2008), García (2009), Argandoña (2003), Guillén (2008) and Debeljuh (2009) in relation to ethical management, as well as Montuschi (2007), and De Aquino (1969) for the common good variable. Finally, García (2003), in which human talent is concerned.
Key words: Ethical management, Human talent, Common good.
Actualmente en el campo de la gerencia de recursos humanos y la administración en
general, las organizaciones se encuentran permanentemente en la búsqueda por la
excelencia con el propósito de ser más competitivas para poder ser sostenibles, así como
sustentables. Por esta razón se considera que la ética constituye en los tiempos
modernos un componente fundamental para la gerencia.
Los desafíos éticos enfrentados por las organizaciones son grandes y potenciales,
esto debido a escándalos éticos que en las dos últimas décadas se han suscitados, tales
como: Enron, Parmalat, las empresas World com, Arthur Andersen, Tyco, entre otros, los
cuales por conductas alejadas de la ética y la moral, dieron al traste con estas
organizaciones. Desafortunadamente, aún persisten tales conductas alejadas en el campo
empresarial, por ello se observa la existencia de un largo camino por recorrer para lograr
que las empresas contribuyan al bien común en la sociedad.
En este contexto se hace pertinente que a través de sistemas de gestión ética del
talento humano, se propicien los valores como guías de actuación de las personas en la
organización, incorporando elementos de carácter ético en los procesos de la gestión de
recursos humanos: reclutamiento, selección, capacitación y desarrollo, evaluación del
desempeño, entre otros, facilitando así la integración de una plataforma ética (misión,
visión, valores, código de ética), en el trabajo diario con la finalidad de alcanzar las metas
compartidas, para poder fomentar el bien común entre los miembros de la empresa, así
como, entre los grupos de interés.
En lo que a la definición de la ética se refiere, Cortina y Martínez (2008) sostienen que
la ética es una rama de la filosofía que se dedica a la reflexión sobre la moral, por otra
parte, es un tipo de saber que intenta construirse racionalmente, utilizando para ello el
rigor conceptual, método de análisis y de explicación propios de la filosofía. Como
reflexión acerca de cuestiones morales, la ética pretende desplegar conceptos así como
argumentos, los cuales permitan comprender la dimensión moral de la persona humana,
en cuanto tal dimensión moral, es decir, sin reducirla a sus componentes psicológicos,
sociológicos, económicos o de cualquier otra índole, (aunque de hecho la ética no
desconoce que los mencionados factores condicionan de hecho el mundo moral).
Siguiendo en el mismo orden de ideas, para García (2009) la ética es la ciencia
filosófica que estudia los actos humanos en cuanto fin último del hombre, al
comportamiento voluntario del hombre y la sociedad se le denomina moral del individuo o
de los grupos sociales, por otra parte a la reflexión filosófica acerca de la moral se le
denomina ética o filosofía moral. Ningún ser humano se escapa del ámbito moral, todos
sus actos poseen una calificación moral, bien sea para bien o para mal. Pero, por otra
parte, existe un criterio científico capaz de determinar la conducta moral a través de
ciertos principios universales e intemporales, los cuales son aplicables a todos los
hombres de cualquier época o zona geográfica.
En consecuencia, es pertinente mencionar que, según Debeljuh (2009), la ética es un
tipo de saber práctico, que se preocupa por investigar cual debe ser el fin de la acción,
para que la persona pueda decidir que hábitos ha de asumir, como ordenar sus metas
intermedias para alcanzarlo, cuáles son los valores que la orientan, qué modo de ser o
carácter incorpora, con el objetivo de obrar con prudencia, es decir, tomando decisiones
acertadas.
A los efectos de la presente investigación, la ética consiste en un saber filosóficopráctico
necesario para guiar el comportamiento humano hacia el bien, entendido como
aquello que hace más humano al ser en su rol de persona. En este sentido, esta ciencia
debería ser un componente fundamental tanto al momento de realizar la planificación
estratégica de recursos humanos, como a la hora de llevar a cabo dichas estrategias, con
el propósito de establecer mecanismos éticos de gestión, los cuales permitirían el pleno
desarrollo operativo de los valores a lo interno de la empresa, fomentando así
organizaciones en donde el clima organizacional favorezca el desarrollo del bien común.
Según Argandoña (2003), un programa o sistema de gestión ética es un conjunto de
reglamentaciones a lo interno de la organización, la cual utiliza la alta dirección con el
propósito de estandarizar y modelas las conductas de los individuos que componen la
empresa con miras a obtener objetivos de naturaleza ética.
Por otra parte, los sistemas de gestión ética suponen la existencia en la empresa de
algunos instrumentos, tales como: el código de ética, herramientas de comunicación,
(líneas éticas para consultas, denuncias o reclamos), comités de ética (para el desarrollo
de políticas éticas, la valoración de los resultados, la investigación, reforzamientos),
gestores éticos (ethical officers), programas de formación en ética y valores compartidos
en las organizaciones, informes éticos, entre otros.
Asimismo, la gestión ética de acuerdo a Guillén (2008) son instrumentos o
herramientas para asegurar una actuación social ética, la cual facilita gestionar y evaluar
las políticas de responsabilidad social ética en las organizaciones, tanto en el orden
interno como al externo, poniendo énfasis en la obtención de certificaciones de calidad
ética debido al cumplimiento de unas normas o procedimientos establecidos con
anterioridad por algún organismo externo.
A continuación se mencionan como ejemplos en este tipo de sistemas las
certificaciones ISO 14000, la SA 8000 sobre prácticas éticas, la norma AA 1000,
complementadas por la guía Global Reporting Initiative y por último el SGE 21 de la
española Forética, que se han expandido en los últimos tiempos.
Debido a lo anteriormente expuesto, es conveniente apuntar que estos instrumentos
de gestión ética constituyen medios y no fines. En este sentido, cada organización debe
reflexionar sobre cuáles medios desea utilizar con el propósito de contribuir a la mejora de
los miembros de la empresa, así como al bien común de la sociedad donde se
desenvuelve, lo que constituye la finalidad que se debería perseguir con la aplicación de
estas herramientas.
En este orden de ideas, según Forética (2005), la gestión ética implica crear así como
mantener un clima laboral óptimo, y que las personas que integran la organización se
identifiquen con la misión, visión y valores de ésta, además de participar en la
consecución de los objetivos estratégicos de la organización. Asimismo, la gestión ética
vendría a convertirse en una respuesta de las organizaciones de hoy en día en cuanto a
transparencia, integridad y sostenibilidad, entendida esta última en su triple vertiente:
económica, social además del importante aspecto medioambiental.
Para esta investigación, la gestión ética es un proceso integrador, planificado,
sistemático y continuo a través del cual las organizaciones con o sin fines de lucro, bien
sea públicas o privadas, logran sistematizar, operar e internalizar los valores contenidos
en su plataforma ética (misión, visión, valores, código de ética, estrategias) con sus
actividades cotidianas, de manera tal que todos los procesos empresariales estén
constantemente dentro del marco de la ética y los valores, contribuyendo con el fomento
del bien común en la empresa, con el fin de propiciar el desarrollo humano de todos los
colaboradores.
La gestión del talento humano para, Ospino (2010), juega un rol importante para el
desarrollo actual y futuro de las organizaciones, es contingente y situacional, debido a que
depende de aspectos internos y externos, como lo son el comportamiento ético, desarrollo
de competencias, la aceptación e internalización de la cultura organizacional, su
estructura organizacional, el compromiso, las características del contexto ambiental, el
tipo de actividad económica a la cual se dedica la organización, la tecnología utilizada,
entre otros.
En este orden de ideas, para Gómez y otros (2001), la gestión del talento humano se
basa en tres grandes aspectos fundamentales que son: en primer lugar, los seres
humanos, en segundo lugar, los activadores inteligentes de los recursos organizacionales,
los cuales son elementos impulsores de la organización, capaces de dotarla de
inteligencia, talento y aprendizajes, por último, las personas; quienes son capaces de
conducirla la excelencia, como socias, la gente interviene en la organización, esfuerzo,
dedicación, responsabilidad, compromiso, riesgos, entre otros factores, con la esperanza
de recibir de estas inversiones salarios, incentivos financieros, crecimiento profesional.
Por lo tanto, desde la perspectiva de la gerencia de talento humano, se evidencia
cómo los valores éticos deberían constituir un eje transversal en todas las actividades que
se lleven a cabo desde esta área gerencial, así, la gestión ética del talento humano
vendría a constituir un instrumento central del sistema de recursos humanos (captación,
desarrollo, remuneración, evaluación, retención) del talento humano en las
organizaciones.
Asimismo, para Gómez y otros (2001), el talento humano, es decir, la capacidad
inteligente que distingue a las personas, es considerada como el capital humano que es
"todo el inventario de conocimientos y habilidades que tiene el personal de la organización
y que se orienta a crear continuamente valor para el cliente. Una forma sencilla de
distinguir el capital humano es que la empresa no lo posee, no lo puede comprar, solo
alquilarlo por algún tiempo".
Por su parte, Chiavenato (2009) define la gestión del talento humano como: “El
conjunto de políticas y prácticas necesarias para dirigir los aspectos de los cargos
gerenciales relacionados con las personas o recursos humanos, incluidos reclutamiento,
selección, capacitación, recompensas y evaluación de desempeño”.
En este sentido, los objetivos fundamentales de la gestión del talento de las personas
tienen que ver con la definición y la importancia de dicha área en la empresa. Es decir,
ayudar a la organización a alcanzar sus objetivos y realizar su misión, hacerla competitiva,
suministrarle empleados bien entrenados además de motivados, permitir el aumento de la
autorrealización, así como la satisfacción de los empleados en el trabajo, desarrollar para
mantener la calidad de vida en el trabajo, administrar el cambio, establecer políticas para
el desarrollo de la ética y desarrollar comportamientos socialmente responsables.
Ahora bien, para el investigador la gestión del talento humano es el conjunto de
procesos, los cuales se requieren con el propósito de dirigir a las personas que hacen
vida dentro de la empresa, en cuanto a los procesos de reclutamiento, selección,
capacitación, remuneraciones, evaluación del desempeño, seguridad, higiene y ambiente,
vacaciones, entre otros aspectos, que conduzcan a la obtención de valor agregado para la
empresa, los empleados, lo clientes, proveedores, sociedad, así como otros grupos de
interés.
Luego de haber reflexionado acerca de la gestión del talento humano, es pertinente a
los efectos de esta investigación, comenzar a realizar los esbozos de lo que podría ser
una aproximación para poder definir lo que sería la gestión ética del talento humano en
las organizaciones. En este sentido, para Saavedra, Fernández y López (2010) la ética,
entendida como un recurso estratégico inseparable de las personas, permitirá desarrollar
una capacidad estratégica organizacional, desarrollando un proceso denominado “la
gestión ética del talento humano”.
Este sistema de gestión ética, el cual consiste en integrar elementos éticos en todas
las áreas de gestión o del subsistema de los recursos humanos, es decir, en los procesos
de reclutamiento y selección, capacitación, desarrollo, evaluación del desempeño,
remuneraciones, una relación equilibrada entre vida laboral-vida familiar, así como
incorporar parámetros éticos al momento de poner fin a la relación laboral, lo que
convierte a estos procesos, según Collis (1994), en una metacapacidad de difícil y
costosa imitación que genera una ventaja competitiva duradera para la organización que
asuma la gestión de los recursos humanos desde un punto de vista ético, sin olvidarse o
descuidar los aspectos técnicos propios de la gerencia.
Ahora bien, es pertinente acotar que el éxito de una organización está directamente
relacionado con la gestión eficaz del talento humano, el cual es considerado según, Valle
y otros (2000), como un factor diferenciador de las empresas, los sistemas de gestión
ética del talento humano pretende ir un paso más allá al defender que el éxito está
vinculado a una eficaz gestión ética de los recursos humanos.
El problema de la gestión ética de las empresas, en general, es el de conseguir no
solo delimitar qué se entiende por gestión ética, sino también el de medirla y evaluarla. La
finalidad de la ética empresarial no puede ser otra sino propiciar la mejora las buenas
prácticas empresariales (García, 2003), del mismo modo que la finalidad de la gestión
ética de personas tiene consiste necesariamente en la mejora de las buenas prácticas de
su gestión.
Los sistemas de gestión ética del talento humano, pueden llegar a ser un elemento útil
para llevar a la práctica la ética en los procesos de recursos humanos, basándonos en el
concepto de contrato moral (García, 2004) del que destacan las siguientes características:
Asegurar que en el proceso de selección se tomen en cuenta valores éticos tales
como: profesionalismo, lealtad y justicia. Si una empresa procura mantener una sólida
cultura ética, debe colocar los medios necesarios a los efectos de incorporar a ella las
personas llegar a compartir este ideal, no tendría sentido intentar durante años implantar
políticas que apoyen los valores morales, para después, al momento de seleccionar
empleados, elegir a personas poco dispuestas a asumir comportamientos éticos.
Por lo consiguiente, en la medida en que los valores éticos sean respetados, se
minimizan los riesgos de adoptar políticas discriminatorias o de caer en amiguismos al
momento de seleccionar a los candidatos. En el momento de la selección todos los
aspirantes deben ser tratados equitativamente y justamente, una manera útil de
acercamiento de los aspectos éticos involucrados en la contratación consiste en
incorporar igualmente elementos de carácter moral en cada de los pasos de este proceso:
reclutamiento, evaluaciones, entrevistas.
En cuanto al reclutamiento, las empresas deben orientar la convocatoria solo para
aquellos candidatos que tiene buena oportunidad para calificar en función al puesto
disponible, garantizando un grupo de postulantes competentes a quienes se otorgue un
trato igualitario y equitativo. Lo primero que debe hacerse según Sisón, Fontrodona y
Vélaz (2002), es establecer de antemano, lo más claro y objetivamente posible, los
requisitos que se buscan en el candidato para cubrir la posición determinada; el perfil del
puesto debe comenzar con una descripción de las tareas a realizar, a saber:
Para Debeljuh (2009), el objetivo de este proceso de inducción consiste en
proporcionarle al empleado la información y el conocimiento que necesita de la
organización para el buen cumplimiento de sus tareas, se le enseñan los valores, las
normas así como los procedimientos y se efectúa una primera transmisión de
experiencias. La información transmitida al recién ingresado en la empresa, ha de ser
recordada, así como ampliada a través de los planes de capacitación continua que incluye
la formación en ética.
Ahora bien, el empleado, por su parte, tiene derecho a recibir la información necesaria
para desempeñar digna y eficazmente su trabajo, asimismo, debe ser instruido cuando la
reconversión laboral o una modificación interna de la compañía, exijan un cambio de
puesto o funciones. La capacitación debe ser continua para poder tener al personal al día
en cuanto a técnicas así como, tendencias gerenciales, el entrenamiento tal cual se
mencionó anteriormente, debe estar acompañado de las cuestiones éticas referidas a su
área de competencia.
En este sentido, en las compañías, según Debeljuh (2009), se habla mucho de
“entrenamiento ético”, y aunque esta expresión causa algunos resquemores en aquellas
personas que no están convencidas de los efectos de la ética a mediano así como a largo
plazo; los fundamentos de la capacitación ética no contradicen los valores individuales ni
atacar las creencias personales, sino más bien sensibilizar a las personas acerca de la
importancia de los valores y facilitar la toma de decisiones éticas en caso de enfrentar
ciertos dilemas en el trabajo, por lo que se puede decir que la formación no es solo un
instrumento para mejorar los conocimientos técnicos, sino que debe cumplir un papeles
esencial en la mejora de la calidad humana.
Así pues, la educación no era solo transmisión de conocimientos, emparentada más
con la instrucción que con la educación, sino que bebía apuntar a la formación del
carácter y de la persona. Por consiguiente, planteaba una educación a través de hábitos,
así como por medio de razonamientos.
Por otra parte, según Melé (1996), la formación ética-teórica puede reforzar un
comportamiento ético, ahora bien, entre los modos adecuados para proporcionarle figuran
los seminarios así como los estudios de casos. El desafío consiste no solo en transmitir
conocimientos técnicos y morales sino más bien en ayudar a formar la conciencia de las
personas para que ellas puedan ayudar adecuadamente en cada situación eligiendo
libremente el bien que encierran las acciones.
El desarrollo o plan de carrera dentro de una organización para Debeljuh (2009) consiste en una serie de trabajos o actividades incluidas las experiencias profesionales que una persona va adquiriendo a lo largo de su vida laboral. En la medida en que atesora información, el empleado sigue adelante en su carrera profesional, la cual se desarrolla en un tiempo determinado o corresponde a una edad aproximada de la persona; estas fases para Sisón, Frontodona y Vélaz (2002), son las siguientes:
La remuneración de las tareas, es un aspecto central en la relación empresaempleado,
dada su relación implícita con el aporte de las personas al logro de los
objetivos organizacionales. Para Debeljuh (2009), trata de aquello que ofrece la empresa
a cambio del trabajo, tiempo e ideas del empleado. Es aquí donde se puede observar un
dilema ético, el cual de acuerdo a Llano (1998), consiste en que si la empresa es una
comunidad de personas, ¿por qué se retribuye al individuo solo y estrictamente como
trabajador? Otra pregunta pertinente asociada a la anterior sería: si una empresa
promueve la ética, ¿deberá también remunerar al personal conforme a ella?
De allí surge en consecuencia, la importancia de establecer políticas de remuneración
teniendo en cuenta algunos parámetros éticos, y sin olvidar que la compensación
económica es el punto más crítico de la gestión de personas. Todo trabajador tiene
derecho a recibir la compensación que libremente y a sabiendas convino con su
empleador. Esta obligación encierra dos aspectos principales de justicia; a saber, lo justo
de los salarios, así como lo equitativo de las condiciones labores en donde se
desenvuelve el empleado. Por otra parte, nadie se opone a que el salario sea justo; el
problema radica cuando se trata de determinar en qué consiste una remuneración
equitativa.
Lo anteriormente planteado tiene que ver con la concepción del trabajo adoptado por
la empresa, así como quienes la dirigen, razón por la cual algunas personas, según
Elegido (1998), consideran el trabajo como una mercancía más, para ellas el salario del
trabajador es un simple precio a pagar por tal trabajo, y será justo si corresponde a los
términos del arreglo contractual aceptado por ambas partes. En consecuencia, cuando se
pierde de vista el valor del trabajo y se le trata como a cualquier otra mercancía, el
respeto a la dignidad del ser humano, así como su contribución a la organización, hace
que el salario lleve implícito una connotación ética.
En efecto, es imposible plantearse valores morales si la persona no tiene asegurada
una retribución mínima, suficiente para satisfacer sus necesidades materiales, sociales,
culturales, espirituales, así como, familiares. Ahora bien, desde el punto de vista del
empleado, el salario es el único medio para satisfacer sus necesidades económicas
básicas y las de su familia; desde el punto de vista del empleador, la remuneración es un
costo de producción que debería mantenerse bajo para no aumentar el precio final del
producto, permitiendo así su permanencia en el mercado.
Por lo tanto, el dilema al momento de fijar salarios justos consiste en conciliar estos
intereses contrapuestos. Lamentablemente, no existen fórmulas sencillas para determinar
cuándo un salario es justo, puede resultar útil según Debeljuh (2009) identificar varios
factores que se deben tener en cuenta a la hora de fijar la remuneración:
1. El salario vigente en la industria y en el sector. 2) Las capacidades económicas de
la empresa. 3) La naturaleza del trabajo. 4) Las leyes de salarios mínimos. 5) Relación
con otros salarios del mismo rango en la empresa. Se puede decir que una empresa solo
mostrará coherencia con los valores éticos expresados en su código y en sus valores, si
favorece una compensación justa, así como beneficios equitativos y solidarios sociales
para sus empleados.
Junto con la remuneración está también la evaluación del desempeño, para Debeljuh
(2009), si solo se tomaran en cuenta criterios cuantitativos como si los resultados del
trabajo humano solo pudieran evaluarse en términos de productividad, evidentemente no
se estaría promoviendo el desarrollo de otros valores. Si en la evaluación de tareas se
consideran aspectos como responsabilidad, autodisciplina, orden, valentía, integridad,
valores, ética, laboriosidad, entre otros, se estaría dando un mensaje claro y coherente de
que la organización toma en cuenta esos parámetros, lo cual estimularía a actuar en ese
sentido determinado.
En este sentido, por medio de la evaluación es posible estimular a las personas en un
sano espíritu de superación y estimular relaciones basadas en la confianza. De acuerdo a
Melé (1996), saber aquello que se premia y se castiga al igual que como se hace, induce
a comportarse en un sentido o en otro, en consecuencia, las personas desarrollarían las
condiciones necesarias para adquirir buenas costumbres.
La evaluación incluye tanto los procesos como los resultados de la medición de
eficiencia además de la productividad con que el trabajador desempeña sus tareas;
corresponde ante todo a la efectividad, es decir, a la cantidad así como a la cualidad del
resultado que el trabajador es capaz de generar a partir de recursos limitados.
Continuando con estas reflexiones, la medición según Debeljuh (2009), puede hacerse
de manera informal o a través de un método objetivo y formal para evitar los prejuicios
entre otros tipos de interferencias. Es preciso de igual forma que lo estándares o criterios
de medición establecidos sean aptos para cada puesto de trabajo, así como fijar cómo y
quién se encargará de recolectar los datos, determinar la mejor manera de interpretarlos,
valorar las mediciones de acuerdo a los objetivos prácticos prefijados, entre otras factores
a tener en cuenta.
Es importante de igual forma que los objetivos a evaluar sean establecidos al inicio del
periodo anual de trabajo, entre gerente o supervisor junto con el trabajador, para hacer del
conocimiento desde el comienzo del año los logros que de este se espera en su
desempeño laboral, así como los periodos del año en donde se hará un monitoreo y
evaluación sobre el desempeño para estar en capacidad de tomar medidas correctivas a
tiempo en caso de desviación.
Según Osorio (2010) las políticas de conciliación entre la vida profesional y la familiar
están conformadas por un conjunto de disposiciones heterogéneas que tienen el
denominador común de arbitrar medidas de integración ética entre la esfera productiva y
la reproductiva. Sin embargo, no todas las empresas tienen las mismas posibilidades de
cara al desarrollo de políticas familiarmente responsables.
En este sentido, estudios en Estados Unidos y España (Chinchilla y Poelmans, 2001),
apuntan hacia cuatro factores que impulsan la puesta en marcha de programas de trabajo
y familia en las empresas: el tamaño de la empresa, el porcentaje de empleadas, la
competitividad del mercado laboral así como el grado de preocupación por reclutar
además de retener a los mejores talentos en su plantilla. Por lo tanto, será más probable
el éxito de la implantación del proceso de cambio en organizaciones, tales como:
cooperativas, sociedades laborales, mutualidades o fundaciones.
Por otra parte, una actitud proactiva de las organizaciones respecto de este tema
puede ser de gran ayuda, teniendo en cuenta que no se trata solo de la implementación
de ciertas políticas encaminadas a ayudar a mejorar este conflicto familiar-laboral, sino del
desarrollo de una nueva cultura organizacional. Para llevar a cabo estas políticas la
empresa ha de integrar los siguientes valores:
La decisión de desvincularse de la compañía, para Debeljuh (2009), puede partir
algunas veces de la propia persona, sin embargo en otras ocasiones será la compañía
quien tome la decisión, en ambos casos se pone a prueba toda la ética de la empresa.
Cuando es el empleado quien dimite habrá que investigar las causas que originan su
renuncia, ya que puede tratarse de argumentos válidos los que le inducen a cambiar de
trabajo y que no supongan para la empresa un replanteo de sus parámetros éticos.
Pero si se descubre que la gente se va porque no se siente bien remunerada, las
condiciones de trabajo deficientes, el trato no es el más adecuado de acuerdo con el
respeto a la dignidad del ser humano, o el clima organizacional el más óptimo, la empresa
deberá considerar estos motivos y tomar las medidas necesarias para realizar los
cambios que sean pertinentes, para evitar una fuga de talentos que pongan en peligro el
logro de los objetivos.
Ahora bien, distinta ha de ser la postura cuando es la empresa quien toma la decisión
de desvincular a la persona. Esta decisión puede estar centrada básicamente en dos
situaciones que encierran diversas connotaciones éticas: despedir a las personas por una
causa justificada, o bien por reducción de plantilla.
En el primero de los casos, lo recomendable, según Debeljuh (2009), es no llegar a
situaciones extremas sin antes haber tratado de resolver el conflicto por otros medios, sin
embargo la gravedad de la falta o su reiteración justifica una medida de este tipo. Cuando
una compañía llega a tomar tales medidas extremas, evidentemente pone de manifiesto
que su compromiso con los valores corporativos es serio, y que está dispuesta a
defenderlos.
En el segundo de los casos, la reducción de la plantilla siempre será para una
empresa ética un último curso de acción después de haber intentado otras alternativas las
cuales hayan resultados incapaces de solventar la situación, e incluso la empresa, según
Elegido (1998), hará serios esfuerzos para atenuar, tanto como sea posible, los efectos
perjudiciales de la medida. En este sentido Melé (1994) resume los principales criterios a
tener en cuenta a la hora de plantarse una decisión de este tipo, estos son los que a
continuación se describen:
Poner todos los medios a los efectos de evitar que se produzca, la reducción debe
buscar el bien de la empresa y no de ningún otra persona lesionando los intereses de los
demás, determinar criterios justos buscando determinar quiénes serán los afectados,
comunicar con delicadeza, veracidad así como, con compresión, ayudar a las personas a
asumir la realidad además de colaborarles con el acceso a un nuevo trabajo, procurar
evitar los posibles daños a la empresa o a los empleados, disminuir los perjuicios
ocasionados a la sociedad y a la comunidad local, buscar la colaboración con los poderes
públicos, sindicatos, entre otros grupos de interés para coadyuvar a solventar el conflicto
lo mejor posible, entre otros.
El bien común hace mención al documento Gaudium et Spes (Concilio Vaticano II,
1965); en el cual se plantea que el concepto del bien común abarca el conjunto de
aquellas condiciones de la vida social con las que los hombres, familias y asociaciones
pueden lograr más plena y fácilmente su propia perfección.
Por otra parte, es preciso mencionar que De Aquino (1969), definió el bien común
como “el bien supremo de la comunidad (bonum commune)”. Además, Höffe (1994) se
refiere al bien común como un principio fundamental de la ética social, en el ámbito de la
sociedad civil y del estado, en tanto que el principio de decisión en el marco general de la
realización de la justicia, el bien común debe servir indirectamente para la satisfacción de
las necesidades y aspiraciones de los miembros de la sociedad.
Ahora bien, es importante destacar que, según Montuschi (2007), en la interrelación
de los individuos con la sociedad, gobierno, y las empresas existen cuatro valores
fundamentales inherentes a la persona humana, cuya práctica permanente conlleva al
bien común así como a la mejora personal del sujeto, estos valores son los siguientes:
La verdad: la cual permite que la convivencia entre las personas dentro de la
comunidad sea ordenada, fecunda y conforme a su dignidad como persona, de acuerdo a
los requisitos que demanda la moralidad.
La libertad: el derecho al ejercicio de la libertad constituye un deber inseparable de la
dignidad de la persona humana, el cual debe basarse en lazos recíprocos dentro de los
límites fijados por el bien común, las leyes y la responsabilidad individual.
La justicia: es una de las virtudes cardinales, significa dar a cada a persona y a Dios
lo que es debido, se basa en la voluntad de reconocer al otro como persona.
La caridad: es el criterio supremo y universal de toda ética social, debido a que los
valores de verdad, libertad así como el de justicia nacen y se desarrollan de la fuente
interior de la caridad. La caridad presupone y trasciende la justicia porque esta por sí sola
no es suficiente para regular las relaciones entre los hombres.
A efectos de la presente investigación, el bien común consiste en el establecimiento
voluntario por parte de todos los actores de la sociedad actual, gobierno, empresa,
organismos sociales, educativos, religiosos, entre otros, de las condiciones básicas
necesarias que permitan o garanticen a todos los hombre sin excepción, el logro de una
vida digna en todos los aspectos de la existencia humana.
Según Argandoña (2009), los bienes comunes que las organizaciones humanas crean
serán por lo consiguiente contingentes, así como limitados, a lo que puede alcanzar ese
grupo humano en sus circunstancias concretas, porque su consecución dependerá en
cada momento de los recursos disponibles, principalmente de la calidad moral, intelectual
y afectiva de sus integrantes, por lo tanto esas personas tendrán la oportunidad de
conseguir más o menos bienes, además de bienes de mayor alcance, en función de su
desarrollo, como fruto del aprendizaje que hayan conseguido por sus acciones en la
empresa.
En consecuencia, nunca se podrán dar por adquiridos: al menos habrá que
mantenerlos, y siempre será posible que tales bienes se pierdan o se deterioren. El bien
común de empresa no puede consistir en bienes materiales que no pueden ser
participados, su capital físico, financiero, su volumen de producción, sus ventas, su cuota
de mercado, valor bursátil, sus beneficios ni otras variables semejantes, aunque esos
bienes tengan lugar en el proceso de producción de bienes de la empresa y contribuyan a
la creación del bien común.
El bien común de la empresa, para Argandoña (2009), tiene que ver con la capacidad
que tengan las organizaciones humanas de servir al bien común de la sociedad mediante
la producción de bienes y servicios útiles. En esta elaboración de productos con una
lógica de eficiencia, productividad y satisfacción de las necesidades e intereses de los
diversos grupos a los cuales sirve, la empresa crea riqueza para toda la sociedad,
además de esta función típicamente económica, las organizaciones de igual forma
desempeñan una labor social, creando oportunidades de encuentro, colaboración, así
como valoración de las capacidades de las personas implicadas.
Por lo consiguiente, Sisón y Frontodona (2009) argumentan que desde la perspectiva
tomista este bien común de la empresa puede describirse como intrínseco, social y
práctico: es “práctico” porque se refiere a un trabajo productivo, la actividad realizada por
los miembros de la empresa; se considera “social” porque no puede ser adquirida por un
miembro solo sino que depende del esfuerzo coordinado de una comunidad de personas.
Asimismo, es “intrínseco” porque es interno a la firma y no puede existir
independientemente de ella. Este bien común de la empresa podría también describirse
como un “todo integral” en el que los trabajadores son partes fundamental en el logro de
los objetivos.
En vista de ello, los trabajadores son partes formales porque, estrictamente hablando,
ellos realizan el bien común de la empresa solo cuando llevan a cabo su actividad
productiva en ella y no en sus otros quehaceres. Asimismo, son parte “formal” porque se
ocupan de su trabajo como agentes libres, inteligentes y únicos que no podrían ser
reemplazados o sustituidos por otros. Las partes “material” y “potencial” del bien común
de la empresa como un “todo integral” se referiría, análogamente, a la suma total de
condiciones, recursos, instrumentos y medios no personales que hacen posible el trabajo
y la producción.
De esta forma, es necesario que las empresas respondan por medio del potencial
ético presente en su capital humano, diseñando herramientas de gestión ética del talento
humano, colectivamente basadas en reflexiones filosóficas acerca del comportamiento
moral del ser humano, valores intrínsecos centrados en reglas y normas sociales regidas
por la cultura organizacional; con el propósito de tener en consideración cada situación
que se presente en el trabajo diario para operar tanto los valores presentes en la
plataforma ética (misión, visión, valores, códigos de ética), como los sistemas de gestión
ética que establezcan en la organización, para de esta forma desarrollar empresas que
contribuyan al bien común de todos los grupos de interés.
En este empeño de consolidar a la organización como promotora de lo que ha
denominado como bien común, por medio de sistemas de gestión ética del talento
humano, el personal de las empresas y las organizaciones en general están llamadas a
revisar así como fortalecer su filosofía de gestión o plataforma ética, dado que ambas dan
valor agregado y retroalimentan los canales de comunicación, por medio del
fortalecimiento de valores compartidos.
Ahora bien, los gerentes de las organizaciones están llamados a revisar sus sistemas
de gestión de talento humano para alinearlos con los valores, favoreciendo así tanto las
tomas de decisiones éticas al tener los responsables del recurso humano como los demás
integrantes de la empresa, mecanismos formales para integrar la ética a los subsistemas
de los procesos de recursos humanos: reclutamiento, selección, capacitación, desarrollo,
remuneraciones, conciliación vida laboral-familiar, entre otros aspectos, con su trabajo
cotidiano, como la constitución de un clima organizacional idóneo para el crecimiento
humano integral, donde se fomente el bien común de todos los involucrados.
Para esta investigación se considera como bien común en la gestión del talento
humano de la empresa aquella organización que, por medio de un sistema de gestión
ética, busca satisfacer no solo las necesidades, requerimientos y expectativas de los
inversionistas, así como de los clientes, sino que, a través de un proceso libre de
internalización, asume una conducta orientada a proporcionar el mayor bienestar y
desarrollo posible hacia todos los grupos de interés relacionados con la empresa,
especialmente a su grupo interno, sin menoscabo de otros, tales como: directivos,
clientes, comunidad, proveedores, gobierno, entre otros, diseñando una plataforma ética
(misión, visión, valores, código de ética, políticas, estrategias) que fomente virtudes
organizacionales en todos los departamentos de la organización.
El talento humano es considerado como el recurso o potencial más importante para el
desarrollo de cualquier tipo de organización, es por ello que a través de la gestión de
gente es donde se debería fomentar la concientización y aplicabilidad de los valores
éticos para el fomento y consolidación del bien común de todos los involucrados.
En este sentido, el capital humano organizacional, desarrolla su proyecto de vida
alienando sus valores personales con los de la empresa en donde se desempeña,
además de pasar la mayor cantidad del tiempo productivo del día, dando así respuesta a
las necesidades y acciones tanto individual como colectiva.
Dadas las consideraciones anteriores, este articulo plantea la perentoria necesidad de
adecuar los esquemas gerenciales en conjunto con el talento humano organizacional, a
los efectos de lograr diseñar y establecer mecanismos o sistemas de gestión ética, los
cuales contengan dentro de sus principios la conjunción de la actuación diaria
fundamentada en valores, como: la calidad de vida laboral, sentido de pertenencia,
equidad, respeto por la vida privada del trabajador, respeto a su dignidad como persona,
respeto a los derechos humanos, aproximándose al logro del bien común, convirtiéndose
así en una organización modelo, atrayendo a los mejores talentos, con un buen clima
organizacional fomentando la creatividad el trabajo en equipo, la innovación y una mejora
de la imagen organizacional.
En consecuencia se puede concluir que los valores éticos están directamente
vinculados con la gestión del talento humano, lo cual se puede materializar y operar por
medio de sistemas de gestión ética del talento humano aplicable a todo tipo de
organizaciones, haciendo que las empresas se conviertan en espacios de comunión para
el desarrollo de todas las capacidades del individuo, haciéndole más fácil llegar a la
excelencia en su sentido ético más amplio.
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