Editorial

Experiencia de vida: Mi amigo Epiayu



Presbiterio Santos Martín Unzue


Presbiterio Santos Martín Unzue
A la memoria del Presbiterio Santos Martín Unzue, apreciado sacerdote salesiano que entregó su vida a la formación de indígenas en Venezuela, director del Centro de Aprendizaje Agrícola Don Bosco desde 1986 hasta 2016.



Experiencia de vida: Mi amigo Epiayu


Para cuando estas letras lleguen al lector, hará que mi amigo Epiayú recorre incansable los áridos espacios de nuestra Guajira incorporado al comercio de mercancía, mientras espera confiado un trabajito como técnico agropecuario o alguna chambita para ayudar a su mamá. Cuando uno ha vivido aquí por más de doce años ya no tiene sueños que lo alejen de estas tierras. Los que conocieron al Pbro. Frisso y los que vivieron con el Pbro. Farina saben que su anhelo fue vivir siempre aquí.

Mi amigo exalumno es Guajiro, fruto de su ambiente y de sus costumbres que defienden con veneración religiosa. Si una de sus tías sueña, “tiene una revelación”, dirían ellos; hay que aceptarlas, y si es de estar dos días encerrado, pues se está; si surge un altercado y se derraman unas gotas de sangre, se acude a la ley que va más allá del ojo por ojo…o por lo menos eso es lo que se nos ha vendido durante años a los llegados de otras tierras o de países lejanos. ¿Y qué es lo que ha logrado el Evangelio de Jesucristo si no conoce el perdón?

Pues bien, me refiero Epiayu; pero no es el suyo el único caso en mi vida entre ellos. He descubierto la fuerza que imprime la fe en muchos de nuestros jóvenes. He visto centellear de rabia, los ojos crispados del agredido, quien una vez pasado el momento de crisis, ha dado la mano a quien lo agredió; he compartido con otros la decisión: “mira déjame en el colegio porque tú sabes si voy para mi casa, mis tíos…; bueno, tú sabes cómo son los Guajiros, y yo no quiero caer en eso”.

Pues bien, me refiero Epiayu; pero no es el suyo el único caso en mi vida entre ellos. He descubierto la fuerza que imprime la fe en muchos de nuestros jóvenes. He visto centellear de rabia, los ojos crispados del agredido, quien una vez pasado el momento de crisis, ha dado la mano a quien lo agredió; he compartido con otros la decisión: “mira déjame en el colegio porque tú sabes si voy para mi casa, mis tíos…; bueno, tú sabes cómo son los Guajiros, y yo no quiero caer en eso”.

Pues bien, me refiero Epiayu; pero no es el suyo el único caso en mi vida entre ellos. He descubierto la fuerza que imprime la fe en muchos de nuestros jóvenes. He visto centellear de rabia, los ojos crispados del agredido, quien una vez pasado el momento de crisis, ha dado la mano a quien lo agredió; he compartido con otros la decisión: “mira déjame en el colegio porque tú sabes si voy para mi casa, mis tíos…; bueno, tú sabes cómo son los Guajiros, y yo no quiero caer en eso”.